IX
FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESIA DE BUENOS AIRES
En el marco y fuera de la cuadragésima Feria Internacional
del Libro de Buenos Aires, se llevó a
cabo al IX Festival Internacional de Buenos Aires, dando lugar a las voces de
múltiples poetas de diferentes países y generaciones y generando talleres y
además, sorpresas. Bien organizada, los talentos convocaron a leer más poesía.
Por eso, La Guacha
estuvo allí para narrar los hechos, por si te lo perdiste.
PELIGRO:
AQUÍ HAY POESÍA
37 brazas candentes de
15 países y diferentes continentes, de esas que queman pero que también
iluminan, dieron paso a que el IX Festival Internacional de Poesía de Buenos
Aires –realizado entre el 2 y 7 de mayo del 2014- sea una auténtica fiesta de
amor y confraternidad en el marco de la cuadragésima Feria Internacional del
Libro de Buenos Aires, en las profundidades el subte y en siete bares de
diversos barrios porteños. En cada nueva edición, hay “países” nuevos. Fueron,
en este capítulo, cuatro los países tuvieron el orgullo de hallar a sus vates
en este festival por primera vez: Costa Rica (Osvaldo Sauma), India
(representada por Temsula Ao), Croacia (Drazen Katunaric) y Sudáfrica (Natalia
Molebatsi). De todas maneras, vamos a nombrar qué otros países y regiones de
nuestro país alcanzaron estos momentos mágicos.
De países extranjeros:
- Paraguay, cuyo invitado fue Mario Rubén Álvarez (cuya
poesía es bilingüe
–español y guaraní-, haciendo honor a su patria).
- Francia, cuyo invitado fue el ocupadísimo Jacques
Ancet (el traductor al francés del entrañable Juan Gelman, de quien además
fue amigo).
- Colombia, cuya invitada fue Piedad Bonnet.
- Suiza, cuyo invitado fue el Arno Camenisch.
- México, cuya invitada fue la simpatiquísima Silvia
Eugenia Castillero.
- Canadá, cuya invitada fue la intensa Denise Desautels.
- Japón, cuya invitada fue la suave Masayo Koike.
- Bielorrusia, cuya invitada fue la joven Natalia
Litvinova.
- Italia, cuyo invitado fue el gran Valerio Magrelli.
- Cuba, cuyo invitado fue Edel Morales.
- Ecuador, cuya invitada fue Aleyda Quevedo Rojas.
- Chile, cuyas invitadas fueron Juany Rojas y Rosabetty
Muñoz.
- España, cuyos invitados fueron Elena Medel Y Pedro
Enríquez.
- Brasil, cuyos invitados fueron Marco Pezā, Daniel
Minchoni, Emerson Alcalde, Carlos Galdino, Alessandro Buzo, Otília, Nayak
Shakau, Augusto Cerqueira (de lo movimientos poéticos llamados “Saraus”,
un fenómeno extraordinario que sucede en los márgenes de las favelas y
donde la poesía vuelve a ser oral, perteniente a todos y a todas).
Locales:
- Tandil (Buenos Aires), Mercedes Álvarez.
- Jesús María (Córdoba), Susana Cabuchi.
- Río IV (Córdoba), Osvaldo Guevara.
- Rosario (Santa Fe), Sebastián Fiorilli .
- Rosario (Santa Fe), Maria Neroni.
- Capital Federal, Ricardo Costa.
- Buenos Aires, Samuel León.
- Tigre, Alberto Muñoz.
- Buenos Aires, Andi Nachon.
- San Juan, José Casas.
- Villa Mercedes (San Luis), Silvana Merlo.
- Santa Fe (Santa Fe), Graciela Maturo.
- Santa Fe (Santa Fe) Roberto Daniel Malatesta.
- San Fernando del Valle de Catamarca (Catamarca), Jorge
Paolantonio.
Y desde el cielo llegamos
también a escuchar a Daniel Chirom.
INAUGURACIÓN: LA POESIA
ESTA EN TODAS PARTES
La sala José Hernández de la Feria Internacional
del Libro de Buenos Aires estaba colmada de poetas y lectores, expectantes,
pues los participantes no llegaban debido a la multitud congregada alrederor de
La Rural , por
un festival gratuito de Violeta, haciendo casi imposible el acceso a la
inaguración. En principio, Graciela Aráoz, presidenta de la SEA y directora del festival, empezó
su discurso con los agradecimientos noblemente debidos, anunció que se venían
seis días de una “ciudad invadida de poesía” y que “los intercambios son
vitales en los festivales”. Asimismo, confirmó el compromiso social a nivel
mundial tanto de los organizadores como de los vates y que “hoy existen muchas
dificultades para realizar tareas colectivas… vivimos en una inclemencia
espiritual desesperante y todo esto se sublima en los poemas”. Continuó
afirmando que “la poesía es una manera de ver y participar en el caos” , “es
desafiante y provocadora” y que “cuando leemos, nos reconocemos en los otros,
desentrañamos lo que somos, recuperamos lo que hemos vivido e incluso
prefiguramos lo terrible y bello por vivir”. Recordó que se convoca a los
poetas a la tierra de “Gelman, que ha partido”, enviándole un abrazo
cósmico. Indicó que uno de los
propósitos del festival es “acortar distancias y que podamos conocer las voces
de los poetas de lugares imprevistos y alejados”. Festejó también la alegría de
incluir a los Saraus, gracias a que la combinación de los astros hizo que la
ciudad invitada para La
Feria Internacional del Libro de Buenos Aires fuera San
Pablo. Según Aráoz, cada vez se lee más poesía y esa es una de las luchas.
Luego del aplauso merecido, se lanzó el certamen Alejandra Pizarnik, que premiará
a los poetas con 80.000 pesos para el único ganador y la edición del libro.
Bella,
alegre, amable y lúcida, la directora del festival invitó a subir al escenario
al primer poeta de la noche: el italiano de rizos rubios Valerio Magrelli junto
a quien lo iba a traducir al instante, el escritor, poeta y periodista Guillermo
Piro. El publicó calló
para otorgar la posibilidad de escuchar poesía. Valerio Magrelli, nacido en
Roma en 1957, es profesor de Literatura Francesa en la Universidad de Cassino
y ha publicado decenas de poemarios. Ha dicho que un poeta es el que puede
terminar un poema. Antes de viajar a Brasil, con su mochilita, sus libros,
puntualidad y mucha sencillez, señaló que al mismo tiempo en que
se producía este festival, se realizaba la Feria de Torino. “No me matan los amigos de
Torino, pero esta feria es más rica”, confesó. Leyó un poema por libro en orden
cronológico, de diferentes traductores, los últimos traducidos por el mismo
Piro. Comenzó a leer un poema de su primer libro, publicado en 1980, titulado Ora serrata retinae, que empieza con
verso oral: “Yo habito mi cerebro como un tranquilo propietario en sus
tierras”, continuó relatando cómo fructifica el yo esas tierras y cómo las
observa, y cerró casi circularmente con: “Mi cerebro habita en mí como un
tranquilo propietario de sus tierras”. Prosiguió con el sueño de un cuarto
donde el poeta continúa encerrado, limitado al perfilar un verso: “es como si
una nube llegase a tener forma de nube”. El siguiente hablaba de una taza, que
en realidad hablaba del amor que se forma “como un mosaico”. Siguió adelante
con otro que le hacía recordar a Mickey Mouse en labor de mozo, malabareando
con los platos: “que la forma de cada producción implique ruptura, escisión, un
adiós”. Impactó recitando versos de lucha entre la poesía y la anti-poesía de
los diarios, a los que definió como un “pulso para oscultar el latido del
dinero”. Posteriormente, un poema que vinculo de alguna manera con los Saraus,
una relación entre los barrios ricos y las favelas: “Se alquila chalet sobre el
ferrocarril, con taberna adyacente, terminal de ómnibus y salón que linda con
el subte”. Finalizó con un poema llamado Farmacias
de turno, también irónico: “dejarán pasar, por una pequeña rendija, la
eucarística eucaristía de un analgésico”.
A
continuación, subió a los estrados Graciela Maturo, cuya humildad la llevó a
leer menos de diez minutos, únicamente cuatro poemas de un libro llamado Habita entre nosotros. Dejó en su
asiento su nuevo libro, escondido, editado por Biblos, que develan más de una
treintena de cartas entre Julio Cortázar y la susodicha. Empezó con un poema
más triste, titulado El mar mece sus
tumbas, del que rescato estas palabras que me recuerdan a los
desaparecidos, porque -aunque el libro se editó en 1968- parece premonitorio:
“sola, mientras espero las dádivas del mar (…) y el mar mece sus tumbas sin
lápidas, ajeno.” El segundo se llama Sueño
con un país, donde se pregunta: “¿Dónde está
la alegría de vivir?”. Para deshacerse del tono trágico, eligió un tercer poema
más irónico: “mucha gente muere ahora en el mundo, leo los diarios, todo es
importante”. El cuarto, El marinero baila,
recurre a Dionisios, rayando la alegría con dolor: “las cítaras se enardecen
dolorosas, el marinero gime con el cuerpo y los brazos, y se dobla y se
entrega.”
El tercer
vate en subir a los estrados fue Denise Desauteles, nacida en Montreal, Canadá,
en 1945. Con más de treinta libros publicados, de pie, alta, flaca, vestida de
negro como para la ocasión, recitó un largo poema de manera muy intensa,
resaltando la presencia y la cadencia de su preciosa voz y mirando al público;
decía, un poema sobre el suicidio de su amiga. Parecía, sin ser la poeta una
suicida, comprender a los suicidas en cada detalle, hasta los de los últimos
días, hablando de su amiga con amor, sin juzgarla, penetrando en su mente y manteniéndola
viva en los paréntesis en aquellos versos. Al final de la inauguración,
acompañada de Jacques Ancet, le exclamé: “Beautiful!” (Hermoso!). Más tarde
ella me comentaría que la muerte tiene mucha presencia en sus poemas. Aquí el
inició del que leyó aquella noche y que reproducimos debajo de esta nota: “Una frase, que debió
tragarse de inmediato, una sola, modesta, incluso auhecada bastaría. Una ráfaga
de plomo en el agujero de tu oído, y caída, mi mariposa, esta tarde de octubre,
caída de lo alto, en una emboscada, sonada, como se dice, sola contra todos,
irreparablemente sola.”
El cuarto,
fue el “pequeño” (por la estatura) poeta Osvaldo Guevara, declarado ciudadano
ilustre por la municipalidad de Villa Dolores, donde reside desde 1976. Se
mostró sumamente conmovido, ya que casi nunca salió de Córdoba e indicó que
quizá fuera la última vez que lo hiciera, por sus 83 años, mientras el público
le gritaba por ahí que no, que volvería. Más tarde diría que fue un acto de
coquetería el suyo. Entre los poemas que leyó, rescato el poema que le dedicó a
las Abuelas de Plaza de Mayo. Versos cortos, pero impactantes con una
interrogación constante para que el lector se pueda imaginar el suceso: “Cómo
sonaran/en las baldosas/los pasos/del torturador/que regresa/a la celda/ del
suplicio”.
Pasada la
conmoción, llegaron con su alegría brasilera, los poetas de los Saraus,
haciendo bailar a Graciela Aráoz y sonreír a los presentes. Con vestimentas informales
y mucho movimiento, entre bombos y panderetas, hicieron resonar su impronta de
periferia. Una marginalidad, que a pesar de las miserias, se adueñó de los
bares para que la poesía pueda ser recitada hasta por una lavandera, por poner
un ejemplo. Es un movimiento que, después de muchos años, ha generado el
interés de las universidades. Muy diversos en edades y estilos, pero con el
mismo espíritu: la poesía está viva. Otilia cantó un tango… los otros, al borde
del canto y la gesticulación, acompasados por sus colegas, ya sea con el puño
alzado o con los instrumentos musicales o con coros, recitaron sus versos.
Quisiera remarcar dos veros, de Marco Pezāo: “Nóis é ponte e atravessa qualquer rio"
(El nosotros es un puente y atravesa cualquier río) muy relacionado a la
oralidad estilo hip-hop del poeta Galdino Candieiro, quien antes de recitar, se
sacó la camiseta de Brasil, dejando al descubierto la de Argentina.
Repetía" Os povos nao tem fronteiras,quem faz as fronteiras é a midia,a
poesia,a arte,a palavra,nao tem tem fronteiras." (Los
pueblos no tienen fronteras, quien hace las fronteras son los medios de
comunicación. La poesía, el arte, la palabra, no tienen fronteras). Finalizado
el acto, el público estalló en aplausos y se acercó a los poetas, incluso hubo
presentaciones entre invitados: Mario Rubén Álvarez se acercó a Caco Pontes y
le dijo, primero en guaraní y después en español: “Pude entender lo que decían,
pude comprender lo que transmitían”. Pontes ratificó que los Saraus se generan
desde hace 15 años, que el flujo “es constante, así como todo el tiempo se
renuevan generaciones”. Al cerrar, los invitados al festival tuvieron su velada
aparte para seguir con el festejo que recién se iniciaba, todos juntos, todos
distintos, todos iguales. La poesía está en
todas partes.
SEGUNDA
JORNADA: “NO HAY CIUDAD SIN POESIA”
El día se iba a hacer largo, intenso. Poesía hasta morir
reventado de poesía. Se empezó a las 15 horas en la Estación Plaza Italia, del
subte Línea D. Dos actores (Victoria Casellas y Marcio Barcelo Mannelli),
vestidos con mamelucos blancos, la cara pintada de negro, con y sin megáfonos,
empezaron a gritar moviendose de aquí para allá sin parar, en la superficie, es
decir, en la Plaza Italia :
“¡La poesía está abajo! ¡La poesía está abajo!”. Edel Morales relató el
encuentro así: “Fue
una linda experiencia leer Línea Verde
-escrito hace ya varios años en Barcelona- justo en la estación de subte de la
línea verde (D)…Mientras leíamos allí, la gente entraba y salía o se
arremolinaba y se detenía a escuchar”. Sí, la poesía
esta abajo, pensé. Fluye como un río subterráneo, que no se puede ver, pero que
puede dar de beber agua dulce, vida, si lo descubrís. Así que nos metimos todos
abajo, poetas y periodistas. Mientras estos actores intervenían constantemente
soltando al viento versos de los invitados –potenciando el acto poético-,
leyeron: Valerio Magrelli, Susana
Cabuchi, Juany Rojas, Silvia Eugenia Castillero, Claudia Schvartz, Elena Medel,
Edel Morales, Andi Nachon, Mario Rubén Alvarez, Pedro Enríquez, Piedad Bonnet,
Natalia Litvinova, Jorge Paolantonio y Sebastían Fiorilli. Si mi memoria no me
falla y lo que escribí no miente, esos fueron todos. Entre versos como “que no
se salve nadie si no nos salvamos todos”, de Sauma, los actores lloraban y
gritaban cosas. En un momento, el muchacho se arrodilló -como vencido-, y afloró desde el público, una niña preciosa
con síndrome de down. Como cualquier pequeño, se creyó el hecho como real y se abrazó
al actor durante varios minutos. Pedro Enríquez esbozó un poema en el aire,
después de haber visto “a Clarín en la tele” el día anterior, en el que nos
hizo participar a todos los presentes. Al finalizar la lectura, el actor
masculino atravesó los molinetes, se dirigió a la escalera mecánica que bajaba
y bajaba, mientras seguía balbuceando: “Me tapo las heridas (…) Me voy (…)
Quedénse (…) No se vayan”, al tiempo en que desaparecía… Sí, la poesía puede
encontrar lectores, pensé entonces. Si hay vacío, también hay esperanza.
Posteriormente,
por problemas de salud, elegí una actividad, que me pareció extremadamente
especial, ya que se trataba de una presentacion de un libro, cosa que en el
evento es un hecho inédito. En la Sala
Leopoldo Lugones, los poetas Juan
Pablo Bertazza y Graciela Aráoz dieron a conocer el libro "póstumo" de
su amigo y poeta Daniel Chirom, Las
puertas de lo invisible, editado por Lumen.Y digo "póstumo", así,
con comillas, porque quedó claro que Daniel no se murió. Fue una presentacion
breve, de media hora, ya que fue demasiado conmovedora como para estirarla. Por
mail, Bertazza postuló: “La presentación fue maravillosa por la
cantidad de gente que nos acompañó y por el hecho de que en la sala estaban
todos los seres queridos de Daniel, su mujer Liz, para quienes son sus Cantos
Para Elizabeth y que es un ser extraordinario, sus hijos Ariel y Magdalena, su
hermana Nora, su papá y hasta su gran amigo Daniel Kon que hizo posible que Las puertas de lo invisible se hicieran
visibles. Tambien estuvo presente Antiono Requeni, con quien fue un militante
de la poesía y Gastón Bellemare, director del festival de poesia de Trois-Rivières , Canadá.
Durante la presentacion, la directora del festival comunicó que en el
comité del festival, que se realiza desde el anio 2006, Daniel Chirom ingresó
como “compañero irremplazable” en el 2008, año en el que falleció, y quien
recomendara al joven Bertazza para continuar su labor. “Decidió irse con Platón
a su caverna, a inventar un modo en el que el diálogo con los que queremos… por
eso hoy, Daniel está aquí”. La edición reúne dos libros. Leerlo, para Aráoz, es
“volver a mirarlo, y volver a escuchar su voz”.
Rememoró algo que Bertazza postula en el prólogo. Que en el marco del 25º Festival Internacional de Poesía de
Trois Rivières, se eligieron cien
poemas de cien poetas provenientes de 42 países para crear el Paseo
Internacional de la Poesía
de Parc Purtuaire. En esa selección fue incluidó el verso “Los amantes carecen
de sombra”. Frase que trascendió a placa, placa a la que le da la sombra. Al
final su discurso, Bertazza se quedó pensando en el momento en el que la
directora del festival apuntó que Chirom era ireemplazable: “Me parece que sí
hay personas que son imprescindibles y que eso es lo mas doloroso de todo…saber
que hay que convivir con alguien que se va y que deja una marca imprescindible
que no se puede llenar con nada”. Lo describió como un “demonio de Tasmania”,
siempre moviéndose de acá para allá, organizando el festival. “No hay nadie
así. A todo eso, hay que sumar el increíble talento que tenía como poeta, la impresionante
generosidad que tenía como persona”. Para el poeta y periodista, conocer a su
entorno, fue entender cuan estrecha es la relación poesía -poeta. Finalmente,
se efectuó un picado de poemas entre Bertazza y Aráoz, intercalanto Oscura Claridad y Cantos para Elizabeth. Entre poema y poema, un silencio evocaba la
presencia de Daniel Chirom. Versos como: “Soy el emisario para traducir /las
nuevas voces de la voz” y “El amor llamo
al amor/ y comprendí que el amor/ no me pertenecía:/ reina en tu corazón/ y
atravesando tus ojos/ vive en los míos./ Deja que mi mirada/ sea tuya/ y así el
amor será uno”, dejaron en claro que lo antedicho por los presentadores es
verdad, que fue generoso con los poetas, que su poesía deja un legado, que no
se acaba en sí misma, que en los lectores viven las palabras del autor
homenajeado y que es en Liz, la mujer de su vida, donde viven ahora los ojos de
Daniel.
CIERRE EN LA
FERIA : EL BOOM DE LAS MUJERES POETAS.
Llegué tarde, después de haber entrevistado al poeta brasilero Caco Pontes.
Ya habían leído el suizo Arno Camenisch, la biolorrusa Natalia Litvinova, los
locales Mercedes Álvarez y José Casas. Graciela Aráoz presentó una serigrafía
que representaba a La Maga ,
un “recuerdo para el poeta Cortázar”, una publicación de 50 ejemplares
numerados. Susana Cabuchi inauguró la tercera ronda, con seis poemas: VISITA, ALBUM FAMILIAR, PASOS, VISITA AL
PURGATORIO, CARTA A MIS ABUELOS (que se lo dedicó a Osvaldo Sauma, por su
descencia árabe, como la de la autora) y VICENT
VAN GOGH. Poemas enhebrados con una voz –escrita y oral- suave, de suma
sencillez profunda, como lo hacen los grandes poetas, donde deja entrever un
pasado familiar que hace eco en el presente, como dejándole “una foto con nieve
y/ este frío”. El poema que le dedicó al poeta costarricense es más directo: ”Hoy viajan en mi
sangre/las calles de su tierra”, lo cual no le hace esquivar el hecho de amar
la tierra en que nació: “Yo bendigo la tierra/ que le han dado a mi alma”, ni
dejar de dar frutos: “les prometo un racimo de uvas/ este verano”. En el poema con nombre de pintor, se abre aparentemente una excusa para
evocar un sentimiento familiar (el artista
le habla a Theo:”hermano mío,/ hermanito menor, /casi mi padre”). Como si se inmiscuyera dentro de los pensamientos de Van Gogh y los
escrudriñara a fondo, lo evoca en una frecuencia similiarmente grave y
reiterativamente explosiva (así actúan las anáforas). Continuó la sesión
Alberto Muñoz con Monjas tocando el
acordéon, hecho que efectívamente sucedió. En aquellas profesas, “la
armonía ha hecho lo indecible/para que las religiosas la desestimen”. El poema
reúne ironía, preguntas y materiales de un universo diverso como el grupo “The
Who”, palabras complejas y otras simples que las incentivan a tocar y a bailar,
más allá de crucifijos y creencias. Muñoz se iba enrojeciendo cada vez más, la
mano más aspaventera, parecía a punto de estallar en el escenario, acto que no ocurrió.
Al callar, no tuvo otra que tomarse un vaso de agua. Su último poema Ciclo musical amatorio, fue leído con
una cadencia terminal, aunque no se podía distinguir si el rojo de su cara era
la presión del poema ejercida sobre él o era debido al sol de las islas del
Tigre o ambas cosas. Cerró la mesa el cubano Edel Morales. Su secreto a voces y
su lentitud al hablar me obligó a acercar el grabador al parlante. La presencia
de la ausencia, en la mágica Cuba, fue una novedad en versos como: “los
estudiantes se han marchado a descubrir el mundo”, “yo he vivido esa pesada
quietud”, “hermoso y extraño”, “nunca has partido”. Allí estaba el hombre con
el que hice un canje de cigarrillos, descubriendo que el mío era de cartón
pintado y el de él de puro tabaco. Sus palabras, entonces, se me hacían más
reales, en “el tiempo de la realidad y la poca acción” en muchas ciudades,
incluyendo la nuestra en sus propios versos. La tristeza en la urbe, el amor y
la juventud ausente dinamitaban los oídos. Antes de leer el tercer poema, Ayer mientras leía a Borges,
exclusivamente un silencio íntimo para escuchar aquel misterio que revela cada
poema, “esa humana tristeza” en donde “arreglar el mundo” parece una “misión
imposible” y en donde “los grandes hombres han comenzado a morir”, recordando a
Eliseo Diego, de quien nadie escribió un graffiti en la pared que indicara:
1920-1994.
La
cuarta ronda la inició Ricardo Costa, con los poemas Ese perro, Buena salud y Diciembre dos. Transmitió un desencanto
ante la hipocresía y el silencio “de espaldas a la historia” y un lenguaje
“vacío”, que agoniza. La “tristeza es un hueso que nunca se dejará comer”.
Continuó la española Elena Medel, quien, antes de leer, dijo: “gracias por
tratarnos como reyes”. Leyó, CASO DE EMERGENCIA, A VIRGINIA MADRE DE DOS HIJOS, COMPAÑERA DE PRIMARIA
DE LA AUTORA y ARBOL GENEALÓGICO. Las mujeres quedan plasmada en
ella como una especie que “se autodestruye” pero “que ladra y que hiere” y “que jamás se
extinguirá”. La poeta se considera “una de ellas” porque su “corazón mancha al
tomarlo entre las manos, porque coincide en tamaño con el hueco de un
nicho”. La mujer está estigmatizada por
el hecho de ser mujer. En su poema dedicado a su compañera del colegio, relata
como la ve en un colectivo, con dos hijos, “a años luz” de lo que fueron en la
infancia. Virginia, “sin anillo en el dedo”, quizá, sea una mujer que lucha por
la vida con sus hijos así como la autora lucha por la vida con sus poemas. En
éste, al describirla, se identifica con ella y con todas las mujeres que
habitan este mundo: “yo he pensado en nosotras./ No sé si sabes a lo que me
refiero./Te estoy hablando del fracaso.”
Finalizó el francés Jacques Ancet, a quien conocí a través de Liliana
Lukin y que tradujo “La Guacha ”
como “Un bastard”, palabra también de origen popular en su país. Mientras leía,
el francés nos sitiaba en lo que se nos escurrió de las manos después de que
alguna vez los artistas hayan buscado el arte en París. Leyó, entre otros, La quemadura, de 1999. Todo lo “traspasa”,
quiere conservar las cosas, los cuerpos que se le escapan. El verso “me quemas” se repite tanto en
la quemadura como en Canto segundo y Canto Séptimo. Según el autor “la «quemadura» es
un tópico amoroso que reutilicé aquí, pero dándole un valor mucho más amplio:
no sólo quemadura del amor, del deseo, de los cuerpos, de la vida sino
también y sobre todo de las palabras, de esta intensidad que genera el
poema”. Los versos insistían con tal concepto: “huía al tiempo que te
acercabas”, “el amor
quema”, “dispongo palabras” que permiten un “reclamo” al tiempo en que “cada
instante es un minúsculo adiós”, en que “cada palabra es una quemadura” y en que
“para ver la quemadura escribo”.
Finalmente, ocurrió algo imprevisto. Debido a
que la noche anterior las rondas se extendieron demasiado, debieron trasladar
una de ellas al siguiente día, por lo cual el cierre se debatió entre cinco
mujeres. La noche finalizaba de manera casi triunfante, como si la palabra de
Elena Medel hubiera producido un acto de magia. La última ronda la emprendió
Andi Nachon, quien leyó poemas como La
tercera guerra mundial (tema muy conversado en otros poetas, teniendo en
cuenta la situación en países de Europa del Este) y Guerra entre hermanos. La ausencia vuelve a tomar presencia: “no
hay viaje (…) y no hay” algo “que no salga del dolor”. Posteriormente, María
Negroni leyó poemas de su último libro, Elegía
Joseph Cornell, con una voz infantil, cuya visión interior también incluye
lo que falta; “la fe es una pasión difícil”. En lo que se convirtió en una
maratón, prosiguió la japonesa Masayo Koike, quien manifestó que “es la primera
vez que vengo a Buenos Aires, estoy feliz de haber tenido esta experiencia”. Leyó
los poemas Antílope y Casa de baños, traducidos desde el
inglés por Nora Inés Delgado. La lengua fina de Koike cortaba el aire y su
mirada iba en vaivén a los versos en el papel y al público. Las traducciones
las escuchaba con la cabeza cabizbaja, una sonrisa delicada que se apagaba para
escuchar la nueva sonoridad de sus poemas y sólo se encendía con los aplausos.
En el primer poema describe el encuentro con un antílope mientras un ella
estaba desnuda, saludándolo con el arrojamiento de agua caliente. “El pecho peludo del antílope mojado
con agua caliente/me hizo sentir que la soledad del antílope se había
humedecido”. Cada detalle parece impresionante. En sus sueños, el antílope
volverá y verá como: “El agua de su pecho peludo/gotea gota a gota”. La
descripción y la desnudez insisten, en las líneas y entre líneas, en el segundo
poema. Una casa de baños en la noche, “una anciana incapaz de liberarse de la
suciedad aún desnuda”. Un yo que obserba sin juzgar. Ha visto “espaldas,
caderas y costados desnudos, partes privadas, el agua que fluye desde los
cuerpos, cabellos caídos, las multiples cavidades del cuerpo de mujer”. El agua
y goteo también perseveran: “agua que se acumula allí/y baja en gotas”. “Siento
que he mirado ésto durante años”, confirma tanto persistir. A continuación, la
colombiana Piedad Bonnett leyó un poema sobre la infancia intitulado, Lazos de sangre, Los estudiantes, un poema que escribió pensando en los jóvenes que
mueren en Colombia: los soldados y los guerrilleros, Latitudes, La cicatriz y Después del recital de poesía. La mujer
hace oír su voz, nuevamente, demostrando que no existe poesía de género, pero
que sí se puede hablar de una mujer así como Margarite Yourcenar ha escrito en
la voz de un hombre: “he tenido la furia de los débiles”, “yo pensaba que el
mundo era cosa de hombres”, reza su primer poema. En el segundo resuena un
“reproche/ del marido a la esposa”. La familia “se envenena/ con la sangre que
dentro de ti silba/ como un río que baja con su carga piedras”. En cuanto a la
realidad con la que se enfrenta la poeta sobre los jóvenes de la guerra es infernal,
pues “nadie vendrá por ellos”. Latitudes
lo escribió pensando en su hijo, quien se suicidó mientras estudiaba en la Universidad de
Columbia. “Sin ti ha vuelto el sol de enero./El dios indiferente que adoramos”.
Todo lo que su hijo podría disfrutar si estuviera vivo parece “intacto aún”
pero “sobre tu almohada/la sombra de mi mano se acongoja”. La cicatriz encierra belleza “por brutal que parezca” pues “Una
historia puntual se cuenta en ella./algún dolor. Pero también su fin”. Es la
forma en que “el tiempo encuentra/de que nunca olvidemos las heridas”. El
último poema recurre a las parafernalias del final de cualquier festival de
poesía, las poses, todo vacuo hasta la aparición de “un jovencito” que “dice su
dicha”. Los poetas “agradecemos,/lo miramos partir”. La diversidad intensiva de esta poeta
impresiona. Por último, la sudafricana Natalia Molebatsi, traducida por Jorge
Paolantonio, deslumbró con su poemas performáticos: Hola, Reflejo/reflexión ante la muerte de Nelson Mandela y un poema
de postguerra. Con su vestido amarillo, su rodete alto, su juventud, los aros
ocres y grances, las zapatillas negras y una presencia que se levantaba y
saludaba con la mano: “Hello” y el público respondía: “Hello”. Una bienvenida a
la humanidad. “Estoy en búsqueda de la verdad” y nos pedía, que si llegábamos
“al otro lado” dijeramos “que estamos hechos de carne y blues”. El segundo le hablaba
a Nelson Mandela: “serás un hombre, una gran estrella madre (…) como el honor,
serás un imponente monumento y un pequeño grano de arena a la deriva” y le imploraba:
“se visión de futuro”. La crueldad
post-guerra se retrata con cuestionamientos:
“¿Después de la guerra qué hacemos
con las armas?”. “¿Las arrojamos en lo hondo
de los pozos, para ya jamás verlas en la superficie o las guardamos a mano, por
las dudas?”. Leyendo y cantando, después de los aplausos el final nos dejó
llenos de silencios que estaban llenos de pensamientos.
BARES y TALLERES
La fiesta no finalizó en la Feria Internacional
del Libro de Buenos Aires. El Bar
Británico, en el barrio porteño de Barracas, brilló con la presencia de la Temsula Ao la
biolurrusa Natalia Litvinova y el catamarqueño Jorge Paolantonio. El Banderín,
en Almagro, tuvo el agrado de sentir en sus sillas a la canadiense Denise
Desauteles, el santafesino Roberto Malatesta, la santafesina Graciela Maturo y
el cubano Edel Morales. El Gato Negro, en el centro, contó con la presencia del
paraguayo Mario Rubén Álvarez, el neuquino Ricardo Costa, el gran poeta croato
Drazen Katunaric, la porteña Maria Negroni y el colombiano Javier Naranjo. En
el bar La Poesía ,
en el barrio de San Telmo, resonaron las voces de la colombiana Piedad Bonnett,
del sanjuanino José Casas, el español Pedro Enríquez, la chilena Rosabetty
Muñoz y la porteña Claudia Schvartz. El Celta se llenó de alegría con la tandileña
Mercedes Álvarez, la cordobesa Susana Cabuchi, el argentino radicado en España Sebastián
Fiorilli y la japonesa Masayo Koike. En el bar El Bárbaro, en Retiro, hubo dos
jornadas. En la primera participaron el francés Jacques Ancet, la
villamercedina Silvana Merlo, la porteña Andi Nachon y la ecuatoriana Aleyda
Quevedo Rojas. En la segunda, se contó con la presencia del cordobés Osvaldo
Guevara, el italiano Valerio Magrelli y la española Elena Medel. En el Museo La Botica del Ángel, en el
centro, se escucharon las voces de la mexicana Silvia Eugenia Castillero,
Alberto Muñoz y el costarricense Osvaldo Sauma, quien llegó tarde por beber
unas copas con Jorge Boccanera y leyó un poema dos veces. Los presentadores
también son poetas: Inés Manzano, Juan Pablo Bertazza, Alfredo Luna, Marta
Miranda, Mirta Hortas, Fernando Noy y Graciela Aráoz. Fueron dos días donde la
poesía se relajó. Susana Cabuchi describe la alegría vivida de la siguiente
manera: “El Celta
estuvo completo, lleno de gente interesada, lectora. La coordinación de la mesa
y los poetas participantes maravillosos. Tuve el placer de leer en español a la
poeta de Japón y quedamos muy agradecidas ambas. En el público estaba
Boccanera, y otros poetas que no había visto antes.Y aunque se pidió guardar
los aplausos para el final, a cada lectura de cada uno de nosotros la
acompañaba uno general y sostenido. ¡Volvimos alegres y agradecidos!”.
Además, se produjo una Escuela de
Poesía. Pedro Enríquez dictó La importancia
del primer verso, en la sala Roberto Artl de la Feria del Libro. Silvia
Eugenia Castillero, De la metáfora a la
metamorfosis, en la Biblioteca Manuel
Gálvez. Javier Naranjo, Biografía lectora,
en el auditorio Francisco Madariaga de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina. Elena
Medel, El editor como Dj. Publicar poesía,
en el Centro Cultural España. Como fuera el propósito de Graciela Áraoz, la
poesía anegó la ciudad en los bares, museos y hasta escuelas. En la escuela
Juan José Castelli, Osvaldo Sauma y Juany Rojas dieron un taller para los
estudiantes. Rojas trajo chocolates para los chicos y la creatividad empezó a
fluir, a pesar de la circunstancia de pobreza de dichos niños. Sauma relató que
se propusieron dos consignas. Una impulsó a los chiquitos a escribir sin parar
durante unos minutos. Un niño escribió una historia triste, referida a su
familia. Pero Sauma levantó frente a todos el papel de una niña muy bonita, quien
en principio no quería mostrar su escrito, indicando: “Miren, esto es lo que
quería”. El papel develaba: “Lluvia silla amor esperanza amor luz/amor tus avez
esperanza cariño/paz mamá mamá amo a mi mamá/seño no se qué escribir/nombre
libro campera/ amor la amor amor/amor no se me ocurre nada/emoción canción
canción/ admiro mucho a los poetas.” La
otra iniciativa, consistió en armar un diccionario de palabras, pero sin aparentar
lo que en realidad quieren decir esas palabras. Uno de los niños, redactó:
“Lluvia: una consonante. Árbol: es un animal que hace chocolate. Luna: una flor
sin pétalos ni tallos.”, coronado con un: “Los quiero”. Alegría, amor y
ternura.
FIESTA FINAL: TIRANDO LA MANTECA AL TEXTO
La directora del festival inauguró el cierre, en la sala Enrique Muiño del
Centro Cultural San Martín, augurando diversas expresiones artísticas. Anunció
que ya se está pensando en el décimo festival de poesía. Indicó que los
propósitos del mismo es dar lugar a “voces nuevas silenciadas” y “que se vendan
libros de poesía cada vez más”. Se tuvo el agrado de escuchar la banda galesa
Fernhill (nombre de un poema de Dylan Tomas), que nos trasladaba al lugar de la
añoranza y los sueños, entre la tradición y lo contemporáneo. Fern Hill fue
recitado por el vate Owen Martel intermediado por la melodía, dentro del marco
del homenaje que se le estaba realizado a Thomas por el centenario de su
natalicio, organizado por el consulado británico. Posteriormente, se subieron
al escenario Mario Rubén Álvarez (quien no leyó en guaraní, pero sí habló de
alguien que se hacía pasar por guaraní con el nombre de Mangoré), Susana
Cabuchi (quien leyó un poema de amor llamado Cita), Sebastián Fiorilli (quien hizo una reflexión sobre la poesía
actual: “Yo poemo. Tu poemas. El poema. Vosotros poemáis. Ellos…ellos nunca nos
leen”), Elena Medel (quien repitió su poema dedicado a la compañera de la
primaria), Roberto Malatesta (quien leyó un poema llamado Estrellas, del que destaco un verso: “sabiendo casi nada/ lo
comprendemos todo”), Mercedes Alvarez (quien leyó un poema urbanístico, “una
pesadilla difícil de recordar”) y Natalia Litvinova (quien leyó Mis rotos siglos, pidiendo “un techo
para este cielo”). Desde el público se escuchó un: “qué diverso”. Luego subieron
al estrado Maria Negroni (quien le dedicó un poema a Alejandra Pizarnik),
Temsula Ao (quien leyó Mil Camas, las
cuales “no son de ninguno” a pesar de alguien las haya acunado; Jorge
Paolontonio –quien fue su lector al español- la describió así en una charla
informal: “La poeta es importante en serio. Ha obtenido el Premio PADMA SRI en
India, que es como nuestro Premio Nacional”), Aleyda Quevedo Rojas (quien le
leyó un poema a la aparente divinidad, como la bielorrusa), Paolontanio (que
eligió un poema –para variar, con la temática del noroeste- titulado La
Luciana , referido a la prostituta de los soldados del
Regimiento Nro. 17 de Infantería y de la que el poeta empezó a escribir al
conocer a una trabajadora sexual que se llamaba Ruth y que espetó: “las putas no
tenemos vacaciones”), Juany Rojas (quien leyó Máquina de Coser), Osvaldo Sauma
(quien leyó Sotto Voce, del que
rescato un verso: “cómo hay que amar/ en éstas desdiosadas afueras del Edén),
Claudia Swartz (agradeciendo la escucha, dedicando el momento a sus colegas y
leyendo Canto calchaquí) y Javier
Naranjo (quien leyó Morir del otro, poema
en el cual el nombre propio se podía cambiar por el que quisiéramos).
Posteriormente, apareció la gran sorpresa de la noche: Los acuarios de la voz, con dibujo de Cristian Mallea, música de
Sánchez Sólo y video de Joaquín Feijoó. Fue emocionante ver el proceso,
improvisado. ¿El resultado? Una bailarina algo
andaluza con alas de pájaro que casi abrazaban a un cuervo con traje. Y, mediando,
un tigre con un cuarderno lleno de letras. Mallea y uno de los poetas
invitados, Casas, se propusieron -al encontrarse-, realizar un proyecto sobre
la provincia de San Juan. La tercer escala de poesía estuvo compuesta por Edel
Morales, Jaqques Ancet, Piedad Bonnet, Ricardo Costa, Silvana Merlo y Denise
Desautels. Y, para cerrar, Rosabetti Muñoz, Dranzen Katunaric, Pedro Enríquez,
José Casas, Silvia Eugenia Castillero, Natalia Molebatsi y Osvaldo Guevara,
quien le dedicó un poema a un amigo que ya no lo puede visitar en Córdoba por
problemas de salud. Poetas, periodistas, cónsules, embajadores por un instante
estuvimos unidos por el amor a la poesía. Espero que ese amor haga que en el
próximo festival, pueda leer el chileno Raúl Zurita, antes de que el Parkinson
haga que todo sea tarde. El escenario quedó negro, con una flor de fondo
celeste apantallada en él, las butacas vacías que ocuparon poetas de todos los
idiomas. El objetivo se estaba viendo cumplido.
Agradecimientos: Graciela Aráoz, Jorge Paolantonio, Juan Pablo Bertazza,
Jimena de la Barra ,
Lalu Zabaljauregui, Enrique Solinas, Jacques Ancet, Denise Desautels, Osvaldo
Guevara y Valerio Magrelli, Elena Medel,
Natalia Moletbasi, Caco Pontes, Susana Cabuchi, Aleyda Quevedo Rojas, José
Casas, Silvana Merlo y Carlos Ulanovsky.
SOBRE EL MILAGRO POETICO EN EL FESTIVAL. POR CARLOS
ULANOVSKY.
El
de la poesía es un fenómeno cultural notable. Cada vez que puedo, en los
medios, cuento esa impresionante circulación subterránea, casi clandestina de
centenares ( tal vez miles) de libros de poesía por año, a lo que habrá que
sumarle talleres, clases, recitales, encuentros, etc. Acertada decisión la de
poner el esfuerzo, los ojos y algún dinerito en ese circuito para volverlo cada
vez más virtuoso.¿Quién no escribió poesía?. Yo también lo hice. Tenía 18 años
y me animé a mostrárselas a mis viejos, personas divinas pero distanciadas del
mundo de la creación. De mi papá no recibí respuesta; mirándome con ironía, mi
mamá me preguntó:”¿De dónde las copiaste?”. Todavía las guardo. Hace poco las
releí y me dí cuenta que eran una escandalosa copia al primer Juan Gelman (Violín y otras cuestiones, Velorio del solo, etc). Pero no me
arrepiento, ni me avergüenzo. Nunca más escribí una poesía, nunca más me salió
o probablemente nunca más lo necesité. Sigo leyendo. Hace poco leí con gusto
los dos poemarios que me regaló Bertazza y hay algunas poetas que me gustan
mucho, curiosamente todas mujeres, mi prima Patricia Sibar ( por su gran
sentido del humor), Tamara Kamenzain y muy especialmente Irene Gruss, algunos
de cuyos textos leo cuando necesito juntar inspiración para seguir adelante con
un libro propio.En
el universo infinito de la articulación de la palabra, la poesía viene a
representar el punto más alto de belleza y refinamiento.
ENTREVISTA A OSVALDO SAUMA: “TODOS LLEVAMOS UN POETA
ADENTRO”
¿Cómo
la pasó en el Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires?
Entablé una amistad con Osvaldo Guevara, con Susana Cabuchi -que me pareció
extraordinaria, no sólo porque somos paisanos, es decir, por ser de orígenes
libaneses y sirios en estos tiempos tan difíciles-, con la mexicana Silvia
Eugenia Castillero. Me gustaron los poemas de Denise Desauteles, de Dranzen
Katunarik mucho y de la poeta joven Natalia Litvinova. Encontré un muy buen
nivel de poetas. Me gustó, asimismo, la manera en que organizaron el festival y
la camadería que se entabló en casi todos nosotros.
¿Qué
importancia le da a los festivales internacionales?
Para un poeta, el
conocimiento, el intercambiar lo que escuchás de los otros, es imprescindible.
Yo creo -como José Emilio Pacheco- que “no leemos a otros, nos leemos en
ellos”. Uno hace migas con unos, con otros tal vez no. Les gustan unos más que
otros. Pero lo bueno es ese acercamiento, es una forma también de medir por
donde va uno, si está bien, si –perdón por la expresión- no estás meando fuera
del tarro. Lo fraternal que sucede de esos encuentros no se trata de edades, sino
de gustos literarios.
¿La
poesía es tierra de nadie?
Sí. Todos
llevamos un poeta adentro, algunos los despiertan y otros no. Pero creo, como
dice Octavio Paz, que la otra voz no es la voz de la ultratumba, sino la voz
que está dormida dentro de cada uno. Entonces, en ese sentido, creo que es
tierra de nadie. Cada uno la lleva, y además es la voz de la tribu, sigue
siéndolo. Es la voz que nos convoca, que está presente en el género humano, la
voz dicidente pero que a la vez está ahí, fraternalmente. Implica también la
denuncia y el alerta para los demás.
POEMAS
En la línea verde
Leyendo a Baudrillard en la línea verde del Metro
entendí por un instante, en toda su ironía,
aquello de que el objeto y el sujeto son lo mismo.
entendí por un instante, en toda su ironía,
aquello de que el objeto y el sujeto son lo mismo.
Es la verdad de este mundo:
el asesino y la víctima,
el origen que se dilata y estalla,
el destino que se contrae y estalla.
el asesino y la víctima,
el origen que se dilata y estalla,
el destino que se contrae y estalla.
Una dualidad de mirada y reflejo
que el devenir resuelve
en la incertidumbre de la huella enla
Nada.
que el devenir resuelve
en la incertidumbre de la huella en
Acogidos por la transparencia
los pueblos del espejo entraban y salían a sus anchas
en el espacio-tiempo de los vagones silenciosos,
con toda su alteridad a cuestas:
los pueblos del espejo entraban y salían a sus anchas
en el espacio-tiempo de los vagones silenciosos,
con toda su alteridad a cuestas:
eran ellos mismos y distintos,
una misma persona,
en último término, en última instancia:
la certeza imposible de lo Uno.
una misma persona,
en último término, en última instancia:
la certeza imposible de lo Uno.
O quizás no llegué a entenderlo del todo
y fue solo una ilusión,
apenas un instante, lo he dicho:
la pasión de la ilusión que se muestra y huye,
sacudiendo el vértigo
de un cuerpo arropado en duermevela;
y fue solo una ilusión,
apenas un instante, lo he dicho:
la pasión de la ilusión que se muestra y huye,
sacudiendo el vértigo
de un cuerpo arropado en duermevela;
o el paso de una partícula inestable,
yendo y viniendo en los dispositivos de la línea verde
con la lucidez de una mente enfocada,
perseguida hasta la desaparición
por el ojo inflexible de las cámaras de vigilancia
yendo y viniendo en los dispositivos de la línea verde
con la lucidez de una mente enfocada,
perseguida hasta la desaparición
por el ojo inflexible de las cámaras de vigilancia
bajo el centelleo eficaz de otras imágenes hiperreales,
ya carentes de inocencia.
ya carentes de inocencia.
Edel Morales (Cuba)
PASOS
Cómo
sonaran
en las baldosas
del pasillo
los pasos
del torturador
que regresa
a la celda
del suplicio.
Cómo resonarán
en los huesos
del cautivo.
Las Madres
las Abuelas
de Plaza de Mayo
aún escuchan
en sueños
los gemidos.
Con sus pañuelos blancos
las Madres
las Abuelas
del país y de América
apantallan un fuego
sin olvido.
Osvaldo Guevara (Argentina)
ARRANCO TODAS LAS FLORES DE MI
CUERPO
para
ofrecértelas, Señor.
Allá voy,
más desnuda sin las diminutas flores
del torso,
más desvestida que nunca
sin las
dalias que crecían en la espalda.
Voy
saltando las piedras
ciegas de
la desdicha
y el viento
me ayuda a alcanzar la arena.
Señor de
las Angustias,
todopoderoso
mío,
me despojo
incluso de la flor pasionaria
y de la
corona de heliconias
que adorna
mi pubis.
Desnudísima,
para entregarme a ti,
sin los
lirios de la nuca o los girasoles de las nalgas,
pulcra, tal
vez insondable isla de misterios.
Y no más rosas, ni margaritas, ni violetas
encandiladas
en mis senos.
Limpia
estoy, vuelta promesa.
Brillante y
sola para entregarme a ti
sin las
astromelias del sexo,
sin la flor
azul del corazón.
Aleyda Quevedo Rojas
(Ecuador)
DE
ESPALDAS A LA FIESTA
He
venido con palabras en las manos,
como un niño que se amamanta,
como una muchacha que recibe su primera caricia.
como un niño que se amamanta,
como una muchacha que recibe su primera caricia.
Nadie
me llamó,
ni mi nombre aparecía entre la lista de invitados,
un breve recuerdo, un íntimo pensamiento,
un gesto acaso en uno de los asistentes
ha bastado para esta presencia
que es un inconveniente.
ni mi nombre aparecía entre la lista de invitados,
un breve recuerdo, un íntimo pensamiento,
un gesto acaso en uno de los asistentes
ha bastado para esta presencia
que es un inconveniente.
Todos
hablan en voz baja y me observan,
deseosos de que desaparezca.
deseosos de que desaparezca.
Soy
extraño entre aquellos que un día reíamos
y bebíamos juntos,
quizá cómplices de la misma aventura
-¡qué palabras tan deleznables!-
y bebíamos juntos,
quizá cómplices de la misma aventura
-¡qué palabras tan deleznables!-
Hoy
he llegado como un suspiro,
como un soplo,
como la misma sangre siempre presente,
tan dolorosa cuando resbala por la piel abierta de la herida.
como un soplo,
como la misma sangre siempre presente,
tan dolorosa cuando resbala por la piel abierta de la herida.
Y
aquí estoy, indiferente,
igual que un firmamento ocupando todo el espacio de la atención,
dioses pequeños observándome.
igual que un firmamento ocupando todo el espacio de la atención,
dioses pequeños observándome.
No,
no es la música, los vasos, las promesas,
las falsas vestimentas, lo que me atrajo.
las falsas vestimentas, lo que me atrajo.
Sólo
un pensamiento:
duele la vida sin esperanza,
sigue la rueda sin cansancio.
duele la vida sin esperanza,
sigue la rueda sin cansancio.
Traigo
un sueño y alguien me espera,
mirando al cielo,
de espaldas a la fiesta.
mirando al cielo,
de espaldas a la fiesta.
Pedro Enríquez (España)
SOTTO VOCE
I
quién eras
antes de
Eva
Adán
acaso un
semidios
nombrando
por primera
vez las cosas
corriendo
libre
entre las
flores y los dromedarios
y ajeno a
la necesidad del abrazo
ignorabas
los frutos de la prohibición
y vivías
feliz entre los monos
o era otra
la luz
con tu
costilla a cuestas
y ya desde
antes presentías
la
imantación de ella en el Paraíso
y andabas
como dundo
sin prestar
atención a las alas seráficas
o la
compañía inofensiva de las fieras
y era el
mar un eco de su ausencia
el vasto
recordatorio de tu soledad
II
cómo era
Dios
Adán
de qué
color eran sus ojos
cuál la
tesitura de su voz
acaso te
cegaba
el
resplandor de su presencia
acaso sus
ángeles custodios
volaban
alrededor de Él
chupándose
el entorno de su luz
o se
quedaban inmóviles en el aire
con la llama de espalda vibrante
entre las
manos
y las aves,
las plantas, las fieras
danzaban o
se doblegaban
bajo un
viento huracanado
en un
especie de sacra genuflexión
te daba
miedo verlo
digo
antes de
comer del Árbol de la Vida
o te
regocigabas con Eva
cuando se paseaba por el Jardín
a la hora de la brisa
decime
entonces
Padre hermano mío
cómo se
puede vivir en su ausencia
cómo hay
que amar
en estas
desdiosadas afueras del Edén
Osvaldo Sauma (Costa Rica)
Esperando la Palabra
Que cabalgue la Palabra
que deslice sus cascos por la patria
se hospede en las casas humildes
se
abrace con las ciudades
beba
de la fuente más clara
oxigene
su pulmón bajo los árboles
que
esparza sin límites su aliento
conozca
el apodo del dolor
encienda
la fogata de la dicha
le dé vértebras a la ternura
cercene el cordón umbilical del espanto
guarde
la espalda del coraje
que
desaloje de lágrimas los ojos infantiles
persiga
el fusil asesino
encabece
una manifestación a favor de la alegría
muerda
la cola de los perversos
que venga la Palabra
que
traiga un día aún sin estrenar
vuelva polvo el llanto
diluya el ardor del odio
instaure
sonrisas de mariposas
siembre
alas de amaneceres
que
venga la Palabra
y por fin el largo hálito del silencio
bese
el olor de la muerte.
Mario Rubén Álvarez (Paraguay)
EL MILAGRO DE LA COMUNIDAD
Lavo
el piso en cuclillas. Paso el trapo mojado.
Trazo
mi camino humilde.
Afuere
sucede el milagro de la comunidad:
un
coro de niños canta, los hombres cortan trigo,
las
mujeres se bañan en el río.
Me
arqueo contra el espejo, la soledad excita.
Pronto
se derrumbará esta casa y la alta hierba
cubrirá
las ruinas.
Mi
hombre huyó ante el peligro.
En
la poesía encuentro la oración para soportar
cada
corte abrupto.
A VIRGINIA, MADRE DE DOS HIJOS,
COMPAÑERA DE PRIMARIA DE LA AUTORA
Ocupáis tres
asientos frente a mí en el autobús que se desplaza
desde nuestro barrio
alejado del centro
al centro;
al centro de
nuestra localidad minúscula, entiéndase, no al centro de las cosas, no a la
esencia misma ni a la materia nuclear donde la vida
bang
donde la vida
se expande y
obedece a todos los fenómenos —etcétera— que dicta
la astrofísica. Lo
proclaman las asignaturas que rodeábamos porque éramos de letras; lo proclaman
los inexpugnables mecanismos que atañen a vocablos tan comunes
como universo, vida, muerte, amor.
Ocupáis tres
asientos frente a mí
en la parte trasera
del transporte público: el niño a la derecha, en el centro la niña, la madre a
la izquierda.
Ahora tú, hija
pequeña de Virginia: chándal rosa gastado —igual
que los plumieres
de tu madre— con un personaje
que mi edad y
condición soltera ignoran.
Ahora tú, hijo
mayor de Virginia, intuyo en tu barbilla y tus orejas
los rasgos que
heredaste de tu padre, y me pregunto
si Virginia los
maldice
—Virginia, ¿los
maldices?—
a la hora del baño.
Pero tú, Virginia,
tan rubia, ¿lo recuerdas?
Allá donde entonces
combatíamos piojos
ahora
bang
ahora
escondemos el tiempo.
Aquí tú lees una
revista, Virginia, aquí tú no me reconoces: ¿te sirven los consejos del cuché,
oh tú, tan rubia e
inocente?
Virginia, siempre
con mi edad y ahora con dos hijos, sin anillo en el dedo, con un bolso colmado
de galletas:
Virginia, hijo
mayor de Virginia, hija pequeña de Virginia,
años luz caídos
años luz quebrados en la comisura de los
labios,
cerrad los ojos y
pedid un deseo
frente a mí
en el autobús
destartalado que nos salva del barrio periférico y nos acerca
al centro, lejos de
los bancos en los que los adolescentes beben y las noches golpean los jardines,
cierra los ojos,
Virginia,
porque en estos
veintiocho minutos de trayecto he pensado en nosotras,
en ti que no me
reconoces veinte años más tarde, en tus canas donde la gente que nunca te
habló, en tu canas donde la gente
reía y se burlaba.
Cristal del autobús
junto a Virginia, espejito de ambas,
tus uñas rojas
comidas al fregar los platos, una gota de laca roja en tu dedo anular,
oh Virginia, oh
rubia e inocente,
yo he pensado en
nosotras,
bang
yo he pensado en nosotras.
No sé si sabes a lo
que me refiero.
Te estoy hablando
del fracaso.
Elena Medel (España)
SIN TÍTULO
El poema es quién quiere ser oba oba
esta allá atrás de Orum
MI
en sostenido tono mayor
perlas negras
llevando la conversación
- ¡laroyê, elegbara!
En su flujo
el rio no falla
- ¡ore yeye, oh!
calles de aruanda traspasan
huellas del awo en el ayê
y los erês haciendo un auê
condenado
a arrancar plumas de gallinas
de Angola
que chillan hasta la luna
donde: - ¡ogum iê! de banda
está en ronda, venciendo las demandas
dragones, fragmentos,
armadura
Quien quiera disfrutar
en la playa
no podrá huir de la raya
reina del mar
janaína
consulta
el ifá
troveja iansã
¡Epahey!
En cuanto eso
oxaguian
da una cabeceada
observa y piensa
lo que va hacer
cuando llegue
la tarde
en las encrucijadas de Mozambique
Caco Pontes (Brasil)
Traductor: Leonardo Lobos Lagos
Tumba de Lou
Una historia de la
belleza
Una frase, que debió tragarse de inmediato, una
sola, modesta, incluso auhecada bastaría. Una ráfaga de plomo en el agujero de
tu oído, y caída, mi mariposa, esta tarde de octubre, caída de lo alto, en una
emboscada, sonada, como se dice, sola contra todos, irreparablemente sola. Al
abandono. A pesar de esta envoltura de caricias, que de día en día se espesaba.
Sola, con tus ojos que se alejan, fiebrosos por una imprevista esperanza. ¡Oh!
A cualquier precio la esperanza. Un lago en tu centro, abundante y obstinado,
entre los colores de abedul y tentaciones todas simples: de pie, dos o tres
pasos, tu avanzada vertiginosa sobre la hierba, de pie, en la flexibilidad del
alba,
la planta de
tus pies resbalando, sostenida por un sueño de milagro, sobre algún blando
paisaje, vivamente levantado, tu cuerpo a los cuatro vientos, tus alas, y
primaveras en hilera, y gestos elementales que retoman vida, entre los objetos
domésticos, en el desarrollo ininterrumpido de los segundos. Sola, mi mariposa,
con tus ojos de buda en la sombra, sumergidos,
que fabricaban futuro infinito, tus ojos que hasta allí no lográbamos
más seguir. Te absorbías en la observación de tus últimas noches, tus últimas
estrelladas, tu última luna menguante, y tu voz acompañaba tus ojos. Contabas
tus horas, tus segundos, tus pequeñas alegrías restantes,
contabas,
con la intención de demorarte hasta el milagro, tu vida recogida sobre sí
misma, tus caderas alertas, negando secretamente su anarquía, contabas, con
esta dulzura de la precaución en tu voz, esencial a tu pequeña pierna loca,
fantasiosa, que te resistía y que era necesario domesticar hasta el milagro.
Una dulzura prestada que no se te parecía. Contra toda previsión, salvo la
tuya, sonreías, Sísifa feliz, sola delante de la desmesura del vacío, diligente
hasta la euforia, y tu sonrisa flotaba en medio de tu voz, de tus ojos, esto
sería, sí, esto sería tu resurección dejada en suspenso en los huecos de la
frase. Sin embargo algo cojeaba, la
tierra era demasiado bella vista desde tan lejos.
Hasta el
hormigon era bello, hasta el barro, los perros, los complots, los gritos, el
interminable desorden de las calles, el frío, las bocinas, las casas que
inclinan, los perfumes sin gracia de las callejuelas, hasta la pobreza, el
polvo, las prisiones, hasta las ruinas en el parque, incluso la suciedad, hasta
el envejecimiento era bello. Demasiado bello. Desgarrador. No lográbamos seguir
más la cadencia de tu voz ardiente, en eco en este museo de esplendores
terrestres donde el futuro languidecía, tomando un pasillo transversal. Bien
que mal, recogíamos los pedazos de su corazón y, en el fondeo de tus ojos que
se alejaban, la belleza envolviendo las cosas humanas terminaban por
replegarse, luego desprenderse completamente del hormigón, del barro, de los
perros,
Gritos, bocinas,
suciedad… la belleza levantaba, con el proyecto de enfurecerte, de capturarte
de manera tal que dijeras “no”, y aullabas “no”, y tu pequeña pierna loca
depositaba su tragedia en tu aulllido. Como depositamos las armas. Terminabas
por adormecerte, atravesada por la neblina de tu última habitación, tu cuerpo
cada vez más vago, tus caderas atascadas
bajo su armadura de belleza, mientras los fantasmas de tu noche avanzaban,
deformaban tu cara, delante de pedazos de corazón mal atornillados, y los
fantasmas introducían, bajo tus párpados, un anticipado gusto de tu fin, tu
última fotografía, tu cuerpo inverosímil de diciembre, tu cuerpo cediendo,
abandonándose, sin ningún ruido, cerrándose sobre su último abrazo,
Enfriándose,
luego desapareciendo una mañana en humo. De una noche a la otra, la misma
estrategia, solapadamente la belleza abanzaba, reluciente, desenrollaba sus
espejismos, uno por uno, tantos prodigios en el fondo de tus ojos cautivos que
se alejaban, que ya no lográbamos seguir y también tu voz que no era más tu
voz, inútilmente disminuída, luego inconsecuente la belleza fijaba su impulso,
se fijaba como un mal ojo, con su deseo de capturar, y delante a tu última
resistencia cedía otra vez, la belleza, detenía su aliento, se replegaba a las
cuatro esquinas de tu cuerpo, se embotaba, te abandonaba en el hueco de tu
última cama. En tu sueño, mi Sísifa degollada, oíamos tu vida, tu esperanza
llorar.
Cara a cara,
la pequeña y la grande
Es noche, mi
mariposa, y estoy aquí, en prórroga,
viviente en el capullo de la noche donde la luz artificial me rodea de
oscuridad. Fácilmente localizable, hasta de espaldas y sutilmente movida hacia
la derecha, sentada, supongamos, sobre una cornisa como sobre un muelle,
esperando, las piernas comidas por el vacío, delante el infinito irrisorio de
un muro ocre, muy cerca de este infierno que la noche aproxima, se pavonea bajo
mis ojos, me atormenta. Localizable a pesar de este hueco de ti en mi cabeza,
bajo el sombrero blanco de la infancia. Porque fue necesario tomarte en mí,
aspirarte, absorverte, tragarte en el fondo de la vacuidad de estas horas, esos
millares de segundos que cayeron sin ti, sonoros.
Denise Desautels (Canadá)
alambre
van a atarme con alambre
un alambre que apeste con herrumbre
las manos
van a atarme
voy a caer de miedo y
de rodillas
de putrefacta flor en
el chiquero
sin mordaza ni venda ni picana
con la llaga de todos
mis olvidos
con la sed
vestida de saliva
una lengua de trapo
bien cosida
al resto de los miedos
tempraneros
y mudo el animal
cabeza gacha
seré caldo de res un
alma en cubo
Dranzen
Katanuric (Croacia)
Cielo y
Tierra
Palabras huecas estas,
ostentosas denominaciones sin localización
y reconocidos destinos
sin mapeo de rutas
No hay geografía que las reclame
ni historia que las afirme,
sólo ingeniosas insinuaciones
que prenden en mentes crédulas.
Para mí el cielo es
donde palpita mi corazón
and la tierra es esa región
en donde ha de florecer.
Pero, dicen, el cielo
está donde no está la tierra
porque insisten en decir
que no están juntos.
Entonces, ¿quién identifica el espacio
y adjudica el tiempo
para los mal localizados
cielo y tierra?
¿Es la geografía o la historia,
o los mismos viejos mercaderes de palabras
que vomitan más sofistería
para hostigar
y azuzar
a ofuscados peregrinos
como vos y yo, que buscan
el cielo en una tierra vacía?
Temsula Ao (India)
Versión del inglés: Nora Isabel Delgado
Antílope
Fue en el
otoño de mi año quinto cuando conocí al antílope
En las
termas bien adentro de la cordillera
Hodaka
Silencioso
se acercó el antílope
A través
del vapor miraba mi cuerpo desnudo
Yo también
lo miraba al antílope
Separado de
la manada un antílope
Yo
completamente sola
En el hueco
de mi mano tomé agua caliente
Y se la
arrojé al antílope
Fue un
saludo no verbal pero
El antílope
al parecer se asustó un poco
El pecho
peludo del antílope mojado con agua caliente
Me hizo
sentir que la soledad del antílope se había humedecido
Sopló el
viento
Temblaron
las hojas de los árboles
Al final el
antílope en silencio dio un giro
En silencio
brincó y volvió a las montañas
En las
termas de mis sueños
En la mitad
de la noche silenciosa me pongo en el agua caliente
A través
del vapor en frente oigo unos pasos débiles
El antílope
Vuelve
Sin mirar a
nada con sus enormes ojos cósmicos
El agua de
su pecho peludo
Gotea
gota a gota
Masayo Koike (Japón)
Versión del inglés: Nora Isabel Delgado
I. El abrazo
Tu duermes junto a mí, yo me inclino
y acercándome a tu rostro me duermo
como una vela que recibe
la llama de otra vela.
Y las dos lucecitas permanecen
mientras el fuego pasa y el sueño sigue.
Mas mientras sueña vibra
IX
FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESIA DE BUENOS AIRES
En el marco y fuera de la cuadragésima Feria Internacional
del Libro de Buenos Aires, se llevó a
cabo al IX Festival Internacional de Buenos Aires, dando lugar a las voces de
múltiples poetas de diferentes países y generaciones y generando talleres y
además, sorpresas. Bien organizada, los talentos convocaron a leer más poesía.
Por eso, La Guacha
estuvo allí para narrar los hechos, por si te lo perdiste.
PELIGRO:
AQUÍ HAY POESÍA
37 brazas candentes de
15 países y diferentes continentes, de esas que queman pero que también
iluminan, dieron paso a que el IX Festival Internacional de Poesía de Buenos
Aires –realizado entre el 2 y 7 de mayo del 2014- sea una auténtica fiesta de
amor y confraternidad en el marco de la cuadragésima Feria Internacional del
Libro de Buenos Aires, en las profundidades el subte y en siete bares de
diversos barrios porteños. En cada nueva edición, hay “países” nuevos. Fueron,
en este capítulo, cuatro los países tuvieron el orgullo de hallar a sus vates
en este festival por primera vez: Costa Rica (Osvaldo Sauma), India
(representada por Temsula Ao), Croacia (Drazen Katunaric) y Sudáfrica (Natalia
Molebatsi). De todas maneras, vamos a nombrar qué otros países y regiones de
nuestro país alcanzaron estos momentos mágicos.
De países extranjeros:
- Paraguay, cuyo invitado fue Mario Rubén Álvarez (cuya
poesía es bilingüe
–español y guaraní-, haciendo honor a su patria).
- Francia, cuyo invitado fue el ocupadísimo Jacques
Ancet (el traductor al francés del entrañable Juan Gelman, de quien además
fue amigo).
- Colombia, cuya invitada fue Piedad Bonnet.
- Suiza, cuyo invitado fue el Arno Camenisch.
- México, cuya invitada fue la simpatiquísima Silvia
Eugenia Castillero.
- Canadá, cuya invitada fue la intensa Denise Desautels.
- Japón, cuya invitada fue la suave Masayo Koike.
- Bielorrusia, cuya invitada fue la joven Natalia
Litvinova.
- Italia, cuyo invitado fue el gran Valerio Magrelli.
- Cuba, cuyo invitado fue Edel Morales.
- Ecuador, cuya invitada fue Aleyda Quevedo Rojas.
- Chile, cuyas invitadas fueron Juany Rojas y Rosabetty
Muñoz.
- España, cuyos invitados fueron Elena Medel Y Pedro
Enríquez.
- Brasil, cuyos invitados fueron Marco Pezā, Daniel
Minchoni, Emerson Alcalde, Carlos Galdino, Alessandro Buzo, Otília, Nayak
Shakau, Augusto Cerqueira (de lo movimientos poéticos llamados “Saraus”,
un fenómeno extraordinario que sucede en los márgenes de las favelas y
donde la poesía vuelve a ser oral, perteniente a todos y a todas).
Locales:
- Tandil (Buenos Aires), Mercedes Álvarez.
- Jesús María (Córdoba), Susana Cabuchi.
- Río IV (Córdoba), Osvaldo Guevara.
- Rosario (Santa Fe), Sebastián Fiorilli .
- Rosario (Santa Fe), Maria Neroni.
- Capital Federal, Ricardo Costa.
- Buenos Aires, Samuel León.
- Tigre, Alberto Muñoz.
- Buenos Aires, Andi Nachon.
- San Juan, José Casas.
- Villa Mercedes (San Luis), Silvana Merlo.
- Santa Fe (Santa Fe), Graciela Maturo.
- Santa Fe (Santa Fe) Roberto Daniel Malatesta.
- San Fernando del Valle de Catamarca (Catamarca), Jorge
Paolantonio.
Y desde el cielo llegamos
también a escuchar a Daniel Chirom.
INAUGURACIÓN: LA POESIA
ESTA EN TODAS PARTES
La sala José Hernández de la Feria Internacional
del Libro de Buenos Aires estaba colmada de poetas y lectores, expectantes,
pues los participantes no llegaban debido a la multitud congregada alrederor de
La Rural , por
un festival gratuito de Violeta, haciendo casi imposible el acceso a la
inaguración. En principio, Graciela Aráoz, presidenta de la SEA y directora del festival, empezó
su discurso con los agradecimientos noblemente debidos, anunció que se venían
seis días de una “ciudad invadida de poesía” y que “los intercambios son
vitales en los festivales”. Asimismo, confirmó el compromiso social a nivel
mundial tanto de los organizadores como de los vates y que “hoy existen muchas
dificultades para realizar tareas colectivas… vivimos en una inclemencia
espiritual desesperante y todo esto se sublima en los poemas”. Continuó
afirmando que “la poesía es una manera de ver y participar en el caos” , “es
desafiante y provocadora” y que “cuando leemos, nos reconocemos en los otros,
desentrañamos lo que somos, recuperamos lo que hemos vivido e incluso
prefiguramos lo terrible y bello por vivir”. Recordó que se convoca a los
poetas a la tierra de “Gelman, que ha partido”, enviándole un abrazo
cósmico. Indicó que uno de los
propósitos del festival es “acortar distancias y que podamos conocer las voces
de los poetas de lugares imprevistos y alejados”. Festejó también la alegría de
incluir a los Saraus, gracias a que la combinación de los astros hizo que la
ciudad invitada para La
Feria Internacional del Libro de Buenos Aires fuera San
Pablo. Según Aráoz, cada vez se lee más poesía y esa es una de las luchas.
Luego del aplauso merecido, se lanzó el certamen Alejandra Pizarnik, que premiará
a los poetas con 80.000 pesos para el único ganador y la edición del libro.
Bella,
alegre, amable y lúcida, la directora del festival invitó a subir al escenario
al primer poeta de la noche: el italiano de rizos rubios Valerio Magrelli junto
a quien lo iba a traducir al instante, el escritor, poeta y periodista Guillermo
Piro. El publicó calló
para otorgar la posibilidad de escuchar poesía. Valerio Magrelli, nacido en
Roma en 1957, es profesor de Literatura Francesa en la Universidad de Cassino
y ha publicado decenas de poemarios. Ha dicho que un poeta es el que puede
terminar un poema. Antes de viajar a Brasil, con su mochilita, sus libros,
puntualidad y mucha sencillez, señaló que al mismo tiempo en que
se producía este festival, se realizaba la Feria de Torino. “No me matan los amigos de
Torino, pero esta feria es más rica”, confesó. Leyó un poema por libro en orden
cronológico, de diferentes traductores, los últimos traducidos por el mismo
Piro. Comenzó a leer un poema de su primer libro, publicado en 1980, titulado Ora serrata retinae, que empieza con
verso oral: “Yo habito mi cerebro como un tranquilo propietario en sus
tierras”, continuó relatando cómo fructifica el yo esas tierras y cómo las
observa, y cerró casi circularmente con: “Mi cerebro habita en mí como un
tranquilo propietario de sus tierras”. Prosiguió con el sueño de un cuarto
donde el poeta continúa encerrado, limitado al perfilar un verso: “es como si
una nube llegase a tener forma de nube”. El siguiente hablaba de una taza, que
en realidad hablaba del amor que se forma “como un mosaico”. Siguió adelante
con otro que le hacía recordar a Mickey Mouse en labor de mozo, malabareando
con los platos: “que la forma de cada producción implique ruptura, escisión, un
adiós”. Impactó recitando versos de lucha entre la poesía y la anti-poesía de
los diarios, a los que definió como un “pulso para oscultar el latido del
dinero”. Posteriormente, un poema que vinculo de alguna manera con los Saraus,
una relación entre los barrios ricos y las favelas: “Se alquila chalet sobre el
ferrocarril, con taberna adyacente, terminal de ómnibus y salón que linda con
el subte”. Finalizó con un poema llamado Farmacias
de turno, también irónico: “dejarán pasar, por una pequeña rendija, la
eucarística eucaristía de un analgésico”.
A
continuación, subió a los estrados Graciela Maturo, cuya humildad la llevó a
leer menos de diez minutos, únicamente cuatro poemas de un libro llamado Habita entre nosotros. Dejó en su
asiento su nuevo libro, escondido, editado por Biblos, que develan más de una
treintena de cartas entre Julio Cortázar y la susodicha. Empezó con un poema
más triste, titulado El mar mece sus
tumbas, del que rescato estas palabras que me recuerdan a los
desaparecidos, porque -aunque el libro se editó en 1968- parece premonitorio:
“sola, mientras espero las dádivas del mar (…) y el mar mece sus tumbas sin
lápidas, ajeno.” El segundo se llama Sueño
con un país, donde se pregunta: “¿Dónde está
la alegría de vivir?”. Para deshacerse del tono trágico, eligió un tercer poema
más irónico: “mucha gente muere ahora en el mundo, leo los diarios, todo es
importante”. El cuarto, El marinero baila,
recurre a Dionisios, rayando la alegría con dolor: “las cítaras se enardecen
dolorosas, el marinero gime con el cuerpo y los brazos, y se dobla y se
entrega.”
El tercer
vate en subir a los estrados fue Denise Desauteles, nacida en Montreal, Canadá,
en 1945. Con más de treinta libros publicados, de pie, alta, flaca, vestida de
negro como para la ocasión, recitó un largo poema de manera muy intensa,
resaltando la presencia y la cadencia de su preciosa voz y mirando al público;
decía, un poema sobre el suicidio de su amiga. Parecía, sin ser la poeta una
suicida, comprender a los suicidas en cada detalle, hasta los de los últimos
días, hablando de su amiga con amor, sin juzgarla, penetrando en su mente y manteniéndola
viva en los paréntesis en aquellos versos. Al final de la inauguración,
acompañada de Jacques Ancet, le exclamé: “Beautiful!” (Hermoso!). Más tarde
ella me comentaría que la muerte tiene mucha presencia en sus poemas. Aquí el
inició del que leyó aquella noche y que reproducimos debajo de esta nota: “Una frase, que debió
tragarse de inmediato, una sola, modesta, incluso auhecada bastaría. Una ráfaga
de plomo en el agujero de tu oído, y caída, mi mariposa, esta tarde de octubre,
caída de lo alto, en una emboscada, sonada, como se dice, sola contra todos,
irreparablemente sola.”
El cuarto,
fue el “pequeño” (por la estatura) poeta Osvaldo Guevara, declarado ciudadano
ilustre por la municipalidad de Villa Dolores, donde reside desde 1976. Se
mostró sumamente conmovido, ya que casi nunca salió de Córdoba e indicó que
quizá fuera la última vez que lo hiciera, por sus 83 años, mientras el público
le gritaba por ahí que no, que volvería. Más tarde diría que fue un acto de
coquetería el suyo. Entre los poemas que leyó, rescato el poema que le dedicó a
las Abuelas de Plaza de Mayo. Versos cortos, pero impactantes con una
interrogación constante para que el lector se pueda imaginar el suceso: “Cómo
sonaran/en las baldosas/los pasos/del torturador/que regresa/a la celda/ del
suplicio”.
Pasada la
conmoción, llegaron con su alegría brasilera, los poetas de los Saraus,
haciendo bailar a Graciela Aráoz y sonreír a los presentes. Con vestimentas informales
y mucho movimiento, entre bombos y panderetas, hicieron resonar su impronta de
periferia. Una marginalidad, que a pesar de las miserias, se adueñó de los
bares para que la poesía pueda ser recitada hasta por una lavandera, por poner
un ejemplo. Es un movimiento que, después de muchos años, ha generado el
interés de las universidades. Muy diversos en edades y estilos, pero con el
mismo espíritu: la poesía está viva. Otilia cantó un tango… los otros, al borde
del canto y la gesticulación, acompasados por sus colegas, ya sea con el puño
alzado o con los instrumentos musicales o con coros, recitaron sus versos.
Quisiera remarcar dos veros, de Marco Pezāo: “Nóis é ponte e atravessa qualquer rio"
(El nosotros es un puente y atravesa cualquier río) muy relacionado a la
oralidad estilo hip-hop del poeta Galdino Candieiro, quien antes de recitar, se
sacó la camiseta de Brasil, dejando al descubierto la de Argentina.
Repetía" Os povos nao tem fronteiras,quem faz as fronteiras é a midia,a
poesia,a arte,a palavra,nao tem tem fronteiras." (Los
pueblos no tienen fronteras, quien hace las fronteras son los medios de
comunicación. La poesía, el arte, la palabra, no tienen fronteras). Finalizado
el acto, el público estalló en aplausos y se acercó a los poetas, incluso hubo
presentaciones entre invitados: Mario Rubén Álvarez se acercó a Caco Pontes y
le dijo, primero en guaraní y después en español: “Pude entender lo que decían,
pude comprender lo que transmitían”. Pontes ratificó que los Saraus se generan
desde hace 15 años, que el flujo “es constante, así como todo el tiempo se
renuevan generaciones”. Al cerrar, los invitados al festival tuvieron su velada
aparte para seguir con el festejo que recién se iniciaba, todos juntos, todos
distintos, todos iguales. La poesía está en
todas partes.
SEGUNDA
JORNADA: “NO HAY CIUDAD SIN POESIA”
El día se iba a hacer largo, intenso. Poesía hasta morir
reventado de poesía. Se empezó a las 15 horas en la Estación Plaza Italia, del
subte Línea D. Dos actores (Victoria Casellas y Marcio Barcelo Mannelli),
vestidos con mamelucos blancos, la cara pintada de negro, con y sin megáfonos,
empezaron a gritar moviendose de aquí para allá sin parar, en la superficie, es
decir, en la Plaza Italia :
“¡La poesía está abajo! ¡La poesía está abajo!”. Edel Morales relató el
encuentro así: “Fue
una linda experiencia leer Línea Verde
-escrito hace ya varios años en Barcelona- justo en la estación de subte de la
línea verde (D)…Mientras leíamos allí, la gente entraba y salía o se
arremolinaba y se detenía a escuchar”. Sí, la poesía
esta abajo, pensé. Fluye como un río subterráneo, que no se puede ver, pero que
puede dar de beber agua dulce, vida, si lo descubrís. Así que nos metimos todos
abajo, poetas y periodistas. Mientras estos actores intervenían constantemente
soltando al viento versos de los invitados –potenciando el acto poético-,
leyeron: Valerio Magrelli, Susana
Cabuchi, Juany Rojas, Silvia Eugenia Castillero, Claudia Schvartz, Elena Medel,
Edel Morales, Andi Nachon, Mario Rubén Alvarez, Pedro Enríquez, Piedad Bonnet,
Natalia Litvinova, Jorge Paolantonio y Sebastían Fiorilli. Si mi memoria no me
falla y lo que escribí no miente, esos fueron todos. Entre versos como “que no
se salve nadie si no nos salvamos todos”, de Sauma, los actores lloraban y
gritaban cosas. En un momento, el muchacho se arrodilló -como vencido-, y afloró desde el público, una niña preciosa
con síndrome de down. Como cualquier pequeño, se creyó el hecho como real y se abrazó
al actor durante varios minutos. Pedro Enríquez esbozó un poema en el aire,
después de haber visto “a Clarín en la tele” el día anterior, en el que nos
hizo participar a todos los presentes. Al finalizar la lectura, el actor
masculino atravesó los molinetes, se dirigió a la escalera mecánica que bajaba
y bajaba, mientras seguía balbuceando: “Me tapo las heridas (…) Me voy (…)
Quedénse (…) No se vayan”, al tiempo en que desaparecía… Sí, la poesía puede
encontrar lectores, pensé entonces. Si hay vacío, también hay esperanza.
Posteriormente,
por problemas de salud, elegí una actividad, que me pareció extremadamente
especial, ya que se trataba de una presentacion de un libro, cosa que en el
evento es un hecho inédito. En la Sala
Leopoldo Lugones, los poetas Juan
Pablo Bertazza y Graciela Aráoz dieron a conocer el libro "póstumo" de
su amigo y poeta Daniel Chirom, Las
puertas de lo invisible, editado por Lumen.Y digo "póstumo", así,
con comillas, porque quedó claro que Daniel no se murió. Fue una presentacion
breve, de media hora, ya que fue demasiado conmovedora como para estirarla. Por
mail, Bertazza postuló: “La presentación fue maravillosa por la
cantidad de gente que nos acompañó y por el hecho de que en la sala estaban
todos los seres queridos de Daniel, su mujer Liz, para quienes son sus Cantos
Para Elizabeth y que es un ser extraordinario, sus hijos Ariel y Magdalena, su
hermana Nora, su papá y hasta su gran amigo Daniel Kon que hizo posible que Las puertas de lo invisible se hicieran
visibles. Tambien estuvo presente Antiono Requeni, con quien fue un militante
de la poesía y Gastón Bellemare, director del festival de poesia de Trois-Rivières , Canadá.
Durante la presentacion, la directora del festival comunicó que en el
comité del festival, que se realiza desde el anio 2006, Daniel Chirom ingresó
como “compañero irremplazable” en el 2008, año en el que falleció, y quien
recomendara al joven Bertazza para continuar su labor. “Decidió irse con Platón
a su caverna, a inventar un modo en el que el diálogo con los que queremos… por
eso hoy, Daniel está aquí”. La edición reúne dos libros. Leerlo, para Aráoz, es
“volver a mirarlo, y volver a escuchar su voz”.
Rememoró algo que Bertazza postula en el prólogo. Que en el marco del 25º Festival Internacional de Poesía de
Trois Rivières, se eligieron cien
poemas de cien poetas provenientes de 42 países para crear el Paseo
Internacional de la Poesía
de Parc Purtuaire. En esa selección fue incluidó el verso “Los amantes carecen
de sombra”. Frase que trascendió a placa, placa a la que le da la sombra. Al
final su discurso, Bertazza se quedó pensando en el momento en el que la
directora del festival apuntó que Chirom era ireemplazable: “Me parece que sí
hay personas que son imprescindibles y que eso es lo mas doloroso de todo…saber
que hay que convivir con alguien que se va y que deja una marca imprescindible
que no se puede llenar con nada”. Lo describió como un “demonio de Tasmania”,
siempre moviéndose de acá para allá, organizando el festival. “No hay nadie
así. A todo eso, hay que sumar el increíble talento que tenía como poeta, la impresionante
generosidad que tenía como persona”. Para el poeta y periodista, conocer a su
entorno, fue entender cuan estrecha es la relación poesía -poeta. Finalmente,
se efectuó un picado de poemas entre Bertazza y Aráoz, intercalanto Oscura Claridad y Cantos para Elizabeth. Entre poema y poema, un silencio evocaba la
presencia de Daniel Chirom. Versos como: “Soy el emisario para traducir /las
nuevas voces de la voz” y “El amor llamo
al amor/ y comprendí que el amor/ no me pertenecía:/ reina en tu corazón/ y
atravesando tus ojos/ vive en los míos./ Deja que mi mirada/ sea tuya/ y así el
amor será uno”, dejaron en claro que lo antedicho por los presentadores es
verdad, que fue generoso con los poetas, que su poesía deja un legado, que no
se acaba en sí misma, que en los lectores viven las palabras del autor
homenajeado y que es en Liz, la mujer de su vida, donde viven ahora los ojos de
Daniel.
CIERRE EN LA
FERIA : EL BOOM DE LAS MUJERES POETAS.
Llegué tarde, después de haber entrevistado al poeta brasilero Caco Pontes.
Ya habían leído el suizo Arno Camenisch, la biolorrusa Natalia Litvinova, los
locales Mercedes Álvarez y José Casas. Graciela Aráoz presentó una serigrafía
que representaba a La Maga ,
un “recuerdo para el poeta Cortázar”, una publicación de 50 ejemplares
numerados. Susana Cabuchi inauguró la tercera ronda, con seis poemas: VISITA, ALBUM FAMILIAR, PASOS, VISITA AL
PURGATORIO, CARTA A MIS ABUELOS (que se lo dedicó a Osvaldo Sauma, por su
descencia árabe, como la de la autora) y VICENT
VAN GOGH. Poemas enhebrados con una voz –escrita y oral- suave, de suma
sencillez profunda, como lo hacen los grandes poetas, donde deja entrever un
pasado familiar que hace eco en el presente, como dejándole “una foto con nieve
y/ este frío”. El poema que le dedicó al poeta costarricense es más directo: ”Hoy viajan en mi
sangre/las calles de su tierra”, lo cual no le hace esquivar el hecho de amar
la tierra en que nació: “Yo bendigo la tierra/ que le han dado a mi alma”, ni
dejar de dar frutos: “les prometo un racimo de uvas/ este verano”. En el poema con nombre de pintor, se abre aparentemente una excusa para
evocar un sentimiento familiar (el artista
le habla a Theo:”hermano mío,/ hermanito menor, /casi mi padre”). Como si se inmiscuyera dentro de los pensamientos de Van Gogh y los
escrudriñara a fondo, lo evoca en una frecuencia similiarmente grave y
reiterativamente explosiva (así actúan las anáforas). Continuó la sesión
Alberto Muñoz con Monjas tocando el
acordéon, hecho que efectívamente sucedió. En aquellas profesas, “la
armonía ha hecho lo indecible/para que las religiosas la desestimen”. El poema
reúne ironía, preguntas y materiales de un universo diverso como el grupo “The
Who”, palabras complejas y otras simples que las incentivan a tocar y a bailar,
más allá de crucifijos y creencias. Muñoz se iba enrojeciendo cada vez más, la
mano más aspaventera, parecía a punto de estallar en el escenario, acto que no ocurrió.
Al callar, no tuvo otra que tomarse un vaso de agua. Su último poema Ciclo musical amatorio, fue leído con
una cadencia terminal, aunque no se podía distinguir si el rojo de su cara era
la presión del poema ejercida sobre él o era debido al sol de las islas del
Tigre o ambas cosas. Cerró la mesa el cubano Edel Morales. Su secreto a voces y
su lentitud al hablar me obligó a acercar el grabador al parlante. La presencia
de la ausencia, en la mágica Cuba, fue una novedad en versos como: “los
estudiantes se han marchado a descubrir el mundo”, “yo he vivido esa pesada
quietud”, “hermoso y extraño”, “nunca has partido”. Allí estaba el hombre con
el que hice un canje de cigarrillos, descubriendo que el mío era de cartón
pintado y el de él de puro tabaco. Sus palabras, entonces, se me hacían más
reales, en “el tiempo de la realidad y la poca acción” en muchas ciudades,
incluyendo la nuestra en sus propios versos. La tristeza en la urbe, el amor y
la juventud ausente dinamitaban los oídos. Antes de leer el tercer poema, Ayer mientras leía a Borges,
exclusivamente un silencio íntimo para escuchar aquel misterio que revela cada
poema, “esa humana tristeza” en donde “arreglar el mundo” parece una “misión
imposible” y en donde “los grandes hombres han comenzado a morir”, recordando a
Eliseo Diego, de quien nadie escribió un graffiti en la pared que indicara:
1920-1994.
La
cuarta ronda la inició Ricardo Costa, con los poemas Ese perro, Buena salud y Diciembre dos. Transmitió un desencanto
ante la hipocresía y el silencio “de espaldas a la historia” y un lenguaje
“vacío”, que agoniza. La “tristeza es un hueso que nunca se dejará comer”.
Continuó la española Elena Medel, quien, antes de leer, dijo: “gracias por
tratarnos como reyes”. Leyó, CASO DE EMERGENCIA, A VIRGINIA MADRE DE DOS HIJOS, COMPAÑERA DE PRIMARIA
DE LA AUTORA y ARBOL GENEALÓGICO. Las mujeres quedan plasmada en
ella como una especie que “se autodestruye” pero “que ladra y que hiere” y “que jamás se
extinguirá”. La poeta se considera “una de ellas” porque su “corazón mancha al
tomarlo entre las manos, porque coincide en tamaño con el hueco de un
nicho”. La mujer está estigmatizada por
el hecho de ser mujer. En su poema dedicado a su compañera del colegio, relata
como la ve en un colectivo, con dos hijos, “a años luz” de lo que fueron en la
infancia. Virginia, “sin anillo en el dedo”, quizá, sea una mujer que lucha por
la vida con sus hijos así como la autora lucha por la vida con sus poemas. En
éste, al describirla, se identifica con ella y con todas las mujeres que
habitan este mundo: “yo he pensado en nosotras./ No sé si sabes a lo que me
refiero./Te estoy hablando del fracaso.”
Finalizó el francés Jacques Ancet, a quien conocí a través de Liliana
Lukin y que tradujo “La Guacha ”
como “Un bastard”, palabra también de origen popular en su país. Mientras leía,
el francés nos sitiaba en lo que se nos escurrió de las manos después de que
alguna vez los artistas hayan buscado el arte en París. Leyó, entre otros, La quemadura, de 1999. Todo lo “traspasa”,
quiere conservar las cosas, los cuerpos que se le escapan. El verso “me quemas” se repite tanto en
la quemadura como en Canto segundo y Canto Séptimo. Según el autor “la «quemadura» es
un tópico amoroso que reutilicé aquí, pero dándole un valor mucho más amplio:
no sólo quemadura del amor, del deseo, de los cuerpos, de la vida sino
también y sobre todo de las palabras, de esta intensidad que genera el
poema”. Los versos insistían con tal concepto: “huía al tiempo que te
acercabas”, “el amor
quema”, “dispongo palabras” que permiten un “reclamo” al tiempo en que “cada
instante es un minúsculo adiós”, en que “cada palabra es una quemadura” y en que
“para ver la quemadura escribo”.
Finalmente, ocurrió algo imprevisto. Debido a
que la noche anterior las rondas se extendieron demasiado, debieron trasladar
una de ellas al siguiente día, por lo cual el cierre se debatió entre cinco
mujeres. La noche finalizaba de manera casi triunfante, como si la palabra de
Elena Medel hubiera producido un acto de magia. La última ronda la emprendió
Andi Nachon, quien leyó poemas como La
tercera guerra mundial (tema muy conversado en otros poetas, teniendo en
cuenta la situación en países de Europa del Este) y Guerra entre hermanos. La ausencia vuelve a tomar presencia: “no
hay viaje (…) y no hay” algo “que no salga del dolor”. Posteriormente, María
Negroni leyó poemas de su último libro, Elegía
Joseph Cornell, con una voz infantil, cuya visión interior también incluye
lo que falta; “la fe es una pasión difícil”. En lo que se convirtió en una
maratón, prosiguió la japonesa Masayo Koike, quien manifestó que “es la primera
vez que vengo a Buenos Aires, estoy feliz de haber tenido esta experiencia”. Leyó
los poemas Antílope y Casa de baños, traducidos desde el
inglés por Nora Inés Delgado. La lengua fina de Koike cortaba el aire y su
mirada iba en vaivén a los versos en el papel y al público. Las traducciones
las escuchaba con la cabeza cabizbaja, una sonrisa delicada que se apagaba para
escuchar la nueva sonoridad de sus poemas y sólo se encendía con los aplausos.
En el primer poema describe el encuentro con un antílope mientras un ella
estaba desnuda, saludándolo con el arrojamiento de agua caliente. “El pecho peludo del antílope mojado
con agua caliente/me hizo sentir que la soledad del antílope se había
humedecido”. Cada detalle parece impresionante. En sus sueños, el antílope
volverá y verá como: “El agua de su pecho peludo/gotea gota a gota”. La
descripción y la desnudez insisten, en las líneas y entre líneas, en el segundo
poema. Una casa de baños en la noche, “una anciana incapaz de liberarse de la
suciedad aún desnuda”. Un yo que obserba sin juzgar. Ha visto “espaldas,
caderas y costados desnudos, partes privadas, el agua que fluye desde los
cuerpos, cabellos caídos, las multiples cavidades del cuerpo de mujer”. El agua
y goteo también perseveran: “agua que se acumula allí/y baja en gotas”. “Siento
que he mirado ésto durante años”, confirma tanto persistir. A continuación, la
colombiana Piedad Bonnett leyó un poema sobre la infancia intitulado, Lazos de sangre, Los estudiantes, un poema que escribió pensando en los jóvenes que
mueren en Colombia: los soldados y los guerrilleros, Latitudes, La cicatriz y Después del recital de poesía. La mujer
hace oír su voz, nuevamente, demostrando que no existe poesía de género, pero
que sí se puede hablar de una mujer así como Margarite Yourcenar ha escrito en
la voz de un hombre: “he tenido la furia de los débiles”, “yo pensaba que el
mundo era cosa de hombres”, reza su primer poema. En el segundo resuena un
“reproche/ del marido a la esposa”. La familia “se envenena/ con la sangre que
dentro de ti silba/ como un río que baja con su carga piedras”. En cuanto a la
realidad con la que se enfrenta la poeta sobre los jóvenes de la guerra es infernal,
pues “nadie vendrá por ellos”. Latitudes
lo escribió pensando en su hijo, quien se suicidó mientras estudiaba en la Universidad de
Columbia. “Sin ti ha vuelto el sol de enero./El dios indiferente que adoramos”.
Todo lo que su hijo podría disfrutar si estuviera vivo parece “intacto aún”
pero “sobre tu almohada/la sombra de mi mano se acongoja”. La cicatriz encierra belleza “por brutal que parezca” pues “Una
historia puntual se cuenta en ella./algún dolor. Pero también su fin”. Es la
forma en que “el tiempo encuentra/de que nunca olvidemos las heridas”. El
último poema recurre a las parafernalias del final de cualquier festival de
poesía, las poses, todo vacuo hasta la aparición de “un jovencito” que “dice su
dicha”. Los poetas “agradecemos,/lo miramos partir”. La diversidad intensiva de esta poeta
impresiona. Por último, la sudafricana Natalia Molebatsi, traducida por Jorge
Paolantonio, deslumbró con su poemas performáticos: Hola, Reflejo/reflexión ante la muerte de Nelson Mandela y un poema
de postguerra. Con su vestido amarillo, su rodete alto, su juventud, los aros
ocres y grances, las zapatillas negras y una presencia que se levantaba y
saludaba con la mano: “Hello” y el público respondía: “Hello”. Una bienvenida a
la humanidad. “Estoy en búsqueda de la verdad” y nos pedía, que si llegábamos
“al otro lado” dijeramos “que estamos hechos de carne y blues”. El segundo le hablaba
a Nelson Mandela: “serás un hombre, una gran estrella madre (…) como el honor,
serás un imponente monumento y un pequeño grano de arena a la deriva” y le imploraba:
“se visión de futuro”. La crueldad
post-guerra se retrata con cuestionamientos:
“¿Después de la guerra qué hacemos
con las armas?”. “¿Las arrojamos en lo hondo
de los pozos, para ya jamás verlas en la superficie o las guardamos a mano, por
las dudas?”. Leyendo y cantando, después de los aplausos el final nos dejó
llenos de silencios que estaban llenos de pensamientos.
BARES y TALLERES
La fiesta no finalizó en la Feria Internacional
del Libro de Buenos Aires. El Bar
Británico, en el barrio porteño de Barracas, brilló con la presencia de la Temsula Ao la
biolurrusa Natalia Litvinova y el catamarqueño Jorge Paolantonio. El Banderín,
en Almagro, tuvo el agrado de sentir en sus sillas a la canadiense Denise
Desauteles, el santafesino Roberto Malatesta, la santafesina Graciela Maturo y
el cubano Edel Morales. El Gato Negro, en el centro, contó con la presencia del
paraguayo Mario Rubén Álvarez, el neuquino Ricardo Costa, el gran poeta croato
Drazen Katunaric, la porteña Maria Negroni y el colombiano Javier Naranjo. En
el bar La Poesía ,
en el barrio de San Telmo, resonaron las voces de la colombiana Piedad Bonnett,
del sanjuanino José Casas, el español Pedro Enríquez, la chilena Rosabetty
Muñoz y la porteña Claudia Schvartz. El Celta se llenó de alegría con la tandileña
Mercedes Álvarez, la cordobesa Susana Cabuchi, el argentino radicado en España Sebastián
Fiorilli y la japonesa Masayo Koike. En el bar El Bárbaro, en Retiro, hubo dos
jornadas. En la primera participaron el francés Jacques Ancet, la
villamercedina Silvana Merlo, la porteña Andi Nachon y la ecuatoriana Aleyda
Quevedo Rojas. En la segunda, se contó con la presencia del cordobés Osvaldo
Guevara, el italiano Valerio Magrelli y la española Elena Medel. En el Museo La Botica del Ángel, en el
centro, se escucharon las voces de la mexicana Silvia Eugenia Castillero,
Alberto Muñoz y el costarricense Osvaldo Sauma, quien llegó tarde por beber
unas copas con Jorge Boccanera y leyó un poema dos veces. Los presentadores
también son poetas: Inés Manzano, Juan Pablo Bertazza, Alfredo Luna, Marta
Miranda, Mirta Hortas, Fernando Noy y Graciela Aráoz. Fueron dos días donde la
poesía se relajó. Susana Cabuchi describe la alegría vivida de la siguiente
manera: “El Celta
estuvo completo, lleno de gente interesada, lectora. La coordinación de la mesa
y los poetas participantes maravillosos. Tuve el placer de leer en español a la
poeta de Japón y quedamos muy agradecidas ambas. En el público estaba
Boccanera, y otros poetas que no había visto antes.Y aunque se pidió guardar
los aplausos para el final, a cada lectura de cada uno de nosotros la
acompañaba uno general y sostenido. ¡Volvimos alegres y agradecidos!”.
Además, se produjo una Escuela de
Poesía. Pedro Enríquez dictó La importancia
del primer verso, en la sala Roberto Artl de la Feria del Libro. Silvia
Eugenia Castillero, De la metáfora a la
metamorfosis, en la Biblioteca Manuel
Gálvez. Javier Naranjo, Biografía lectora,
en el auditorio Francisco Madariaga de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina. Elena
Medel, El editor como Dj. Publicar poesía,
en el Centro Cultural España. Como fuera el propósito de Graciela Áraoz, la
poesía anegó la ciudad en los bares, museos y hasta escuelas. En la escuela
Juan José Castelli, Osvaldo Sauma y Juany Rojas dieron un taller para los
estudiantes. Rojas trajo chocolates para los chicos y la creatividad empezó a
fluir, a pesar de la circunstancia de pobreza de dichos niños. Sauma relató que
se propusieron dos consignas. Una impulsó a los chiquitos a escribir sin parar
durante unos minutos. Un niño escribió una historia triste, referida a su
familia. Pero Sauma levantó frente a todos el papel de una niña muy bonita, quien
en principio no quería mostrar su escrito, indicando: “Miren, esto es lo que
quería”. El papel develaba: “Lluvia silla amor esperanza amor luz/amor tus avez
esperanza cariño/paz mamá mamá amo a mi mamá/seño no se qué escribir/nombre
libro campera/ amor la amor amor/amor no se me ocurre nada/emoción canción
canción/ admiro mucho a los poetas.” La
otra iniciativa, consistió en armar un diccionario de palabras, pero sin aparentar
lo que en realidad quieren decir esas palabras. Uno de los niños, redactó:
“Lluvia: una consonante. Árbol: es un animal que hace chocolate. Luna: una flor
sin pétalos ni tallos.”, coronado con un: “Los quiero”. Alegría, amor y
ternura.
FIESTA FINAL: TIRANDO LA MANTECA AL TEXTO
La directora del festival inauguró el cierre, en la sala Enrique Muiño del
Centro Cultural San Martín, augurando diversas expresiones artísticas. Anunció
que ya se está pensando en el décimo festival de poesía. Indicó que los
propósitos del mismo es dar lugar a “voces nuevas silenciadas” y “que se vendan
libros de poesía cada vez más”. Se tuvo el agrado de escuchar la banda galesa
Fernhill (nombre de un poema de Dylan Tomas), que nos trasladaba al lugar de la
añoranza y los sueños, entre la tradición y lo contemporáneo. Fern Hill fue
recitado por el vate Owen Martel intermediado por la melodía, dentro del marco
del homenaje que se le estaba realizado a Thomas por el centenario de su
natalicio, organizado por el consulado británico. Posteriormente, se subieron
al escenario Mario Rubén Álvarez (quien no leyó en guaraní, pero sí habló de
alguien que se hacía pasar por guaraní con el nombre de Mangoré), Susana
Cabuchi (quien leyó un poema de amor llamado Cita), Sebastián Fiorilli (quien hizo una reflexión sobre la poesía
actual: “Yo poemo. Tu poemas. El poema. Vosotros poemáis. Ellos…ellos nunca nos
leen”), Elena Medel (quien repitió su poema dedicado a la compañera de la
primaria), Roberto Malatesta (quien leyó un poema llamado Estrellas, del que destaco un verso: “sabiendo casi nada/ lo
comprendemos todo”), Mercedes Alvarez (quien leyó un poema urbanístico, “una
pesadilla difícil de recordar”) y Natalia Litvinova (quien leyó Mis rotos siglos, pidiendo “un techo
para este cielo”). Desde el público se escuchó un: “qué diverso”. Luego subieron
al estrado Maria Negroni (quien le dedicó un poema a Alejandra Pizarnik),
Temsula Ao (quien leyó Mil Camas, las
cuales “no son de ninguno” a pesar de alguien las haya acunado; Jorge
Paolontonio –quien fue su lector al español- la describió así en una charla
informal: “La poeta es importante en serio. Ha obtenido el Premio PADMA SRI en
India, que es como nuestro Premio Nacional”), Aleyda Quevedo Rojas (quien le
leyó un poema a la aparente divinidad, como la bielorrusa), Paolontanio (que
eligió un poema –para variar, con la temática del noroeste- titulado La
Luciana , referido a la prostituta de los soldados del
Regimiento Nro. 17 de Infantería y de la que el poeta empezó a escribir al
conocer a una trabajadora sexual que se llamaba Ruth y que espetó: “las putas no
tenemos vacaciones”), Juany Rojas (quien leyó Máquina de Coser), Osvaldo Sauma
(quien leyó Sotto Voce, del que
rescato un verso: “cómo hay que amar/ en éstas desdiosadas afueras del Edén),
Claudia Swartz (agradeciendo la escucha, dedicando el momento a sus colegas y
leyendo Canto calchaquí) y Javier
Naranjo (quien leyó Morir del otro, poema
en el cual el nombre propio se podía cambiar por el que quisiéramos).
Posteriormente, apareció la gran sorpresa de la noche: Los acuarios de la voz, con dibujo de Cristian Mallea, música de
Sánchez Sólo y video de Joaquín Feijoó. Fue emocionante ver el proceso,
improvisado. ¿El resultado? Una bailarina algo
andaluza con alas de pájaro que casi abrazaban a un cuervo con traje. Y, mediando,
un tigre con un cuarderno lleno de letras. Mallea y uno de los poetas
invitados, Casas, se propusieron -al encontrarse-, realizar un proyecto sobre
la provincia de San Juan. La tercer escala de poesía estuvo compuesta por Edel
Morales, Jaqques Ancet, Piedad Bonnet, Ricardo Costa, Silvana Merlo y Denise
Desautels. Y, para cerrar, Rosabetti Muñoz, Dranzen Katunaric, Pedro Enríquez,
José Casas, Silvia Eugenia Castillero, Natalia Molebatsi y Osvaldo Guevara,
quien le dedicó un poema a un amigo que ya no lo puede visitar en Córdoba por
problemas de salud. Poetas, periodistas, cónsules, embajadores por un instante
estuvimos unidos por el amor a la poesía. Espero que ese amor haga que en el
próximo festival, pueda leer el chileno Raúl Zurita, antes de que el Parkinson
haga que todo sea tarde. El escenario quedó negro, con una flor de fondo
celeste apantallada en él, las butacas vacías que ocuparon poetas de todos los
idiomas. El objetivo se estaba viendo cumplido.
Agradecimientos: Graciela Aráoz, Jorge Paolantonio, Juan Pablo Bertazza,
Jimena de la Barra ,
Lalu Zabaljauregui, Enrique Solinas, Jacques Ancet, Denise Desautels, Osvaldo
Guevara y Valerio Magrelli, Elena Medel,
Natalia Moletbasi, Caco Pontes, Susana Cabuchi, Aleyda Quevedo Rojas, José
Casas, Silvana Merlo y Carlos Ulanovsky.
SOBRE EL MILAGRO POETICO EN EL FESTIVAL. POR CARLOS
ULANOVSKY.
El
de la poesía es un fenómeno cultural notable. Cada vez que puedo, en los
medios, cuento esa impresionante circulación subterránea, casi clandestina de
centenares ( tal vez miles) de libros de poesía por año, a lo que habrá que
sumarle talleres, clases, recitales, encuentros, etc. Acertada decisión la de
poner el esfuerzo, los ojos y algún dinerito en ese circuito para volverlo cada
vez más virtuoso.¿Quién no escribió poesía?. Yo también lo hice. Tenía 18 años
y me animé a mostrárselas a mis viejos, personas divinas pero distanciadas del
mundo de la creación. De mi papá no recibí respuesta; mirándome con ironía, mi
mamá me preguntó:”¿De dónde las copiaste?”. Todavía las guardo. Hace poco las
releí y me dí cuenta que eran una escandalosa copia al primer Juan Gelman (Violín y otras cuestiones, Velorio del solo, etc). Pero no me
arrepiento, ni me avergüenzo. Nunca más escribí una poesía, nunca más me salió
o probablemente nunca más lo necesité. Sigo leyendo. Hace poco leí con gusto
los dos poemarios que me regaló Bertazza y hay algunas poetas que me gustan
mucho, curiosamente todas mujeres, mi prima Patricia Sibar ( por su gran
sentido del humor), Tamara Kamenzain y muy especialmente Irene Gruss, algunos
de cuyos textos leo cuando necesito juntar inspiración para seguir adelante con
un libro propio.En
el universo infinito de la articulación de la palabra, la poesía viene a
representar el punto más alto de belleza y refinamiento.
ENTREVISTA A OSVALDO SAUMA: “TODOS LLEVAMOS UN POETA
ADENTRO”
¿Cómo
la pasó en el Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires?
Entablé una amistad con Osvaldo Guevara, con Susana Cabuchi -que me pareció
extraordinaria, no sólo porque somos paisanos, es decir, por ser de orígenes
libaneses y sirios en estos tiempos tan difíciles-, con la mexicana Silvia
Eugenia Castillero. Me gustaron los poemas de Denise Desauteles, de Dranzen
Katunarik mucho y de la poeta joven Natalia Litvinova. Encontré un muy buen
nivel de poetas. Me gustó, asimismo, la manera en que organizaron el festival y
la camadería que se entabló en casi todos nosotros.
¿Qué
importancia le da a los festivales internacionales?
Para un poeta, el
conocimiento, el intercambiar lo que escuchás de los otros, es imprescindible.
Yo creo -como José Emilio Pacheco- que “no leemos a otros, nos leemos en
ellos”. Uno hace migas con unos, con otros tal vez no. Les gustan unos más que
otros. Pero lo bueno es ese acercamiento, es una forma también de medir por
donde va uno, si está bien, si –perdón por la expresión- no estás meando fuera
del tarro. Lo fraternal que sucede de esos encuentros no se trata de edades, sino
de gustos literarios.
¿La
poesía es tierra de nadie?
Sí. Todos
llevamos un poeta adentro, algunos los despiertan y otros no. Pero creo, como
dice Octavio Paz, que la otra voz no es la voz de la ultratumba, sino la voz
que está dormida dentro de cada uno. Entonces, en ese sentido, creo que es
tierra de nadie. Cada uno la lleva, y además es la voz de la tribu, sigue
siéndolo. Es la voz que nos convoca, que está presente en el género humano, la
voz dicidente pero que a la vez está ahí, fraternalmente. Implica también la
denuncia y el alerta para los demás.
POEMAS
En la línea verde
Leyendo a Baudrillard en la línea verde del Metro
entendí por un instante, en toda su ironía,
aquello de que el objeto y el sujeto son lo mismo.
entendí por un instante, en toda su ironía,
aquello de que el objeto y el sujeto son lo mismo.
Es la verdad de este mundo:
el asesino y la víctima,
el origen que se dilata y estalla,
el destino que se contrae y estalla.
el asesino y la víctima,
el origen que se dilata y estalla,
el destino que se contrae y estalla.
Una dualidad de mirada y reflejo
que el devenir resuelve
en la incertidumbre de la huella enla
Nada.
que el devenir resuelve
en la incertidumbre de la huella en
Acogidos por la transparencia
los pueblos del espejo entraban y salían a sus anchas
en el espacio-tiempo de los vagones silenciosos,
con toda su alteridad a cuestas:
los pueblos del espejo entraban y salían a sus anchas
en el espacio-tiempo de los vagones silenciosos,
con toda su alteridad a cuestas:
eran ellos mismos y distintos,
una misma persona,
en último término, en última instancia:
la certeza imposible de lo Uno.
una misma persona,
en último término, en última instancia:
la certeza imposible de lo Uno.
O quizás no llegué a entenderlo del todo
y fue solo una ilusión,
apenas un instante, lo he dicho:
la pasión de la ilusión que se muestra y huye,
sacudiendo el vértigo
de un cuerpo arropado en duermevela;
y fue solo una ilusión,
apenas un instante, lo he dicho:
la pasión de la ilusión que se muestra y huye,
sacudiendo el vértigo
de un cuerpo arropado en duermevela;
o el paso de una partícula inestable,
yendo y viniendo en los dispositivos de la línea verde
con la lucidez de una mente enfocada,
perseguida hasta la desaparición
por el ojo inflexible de las cámaras de vigilancia
yendo y viniendo en los dispositivos de la línea verde
con la lucidez de una mente enfocada,
perseguida hasta la desaparición
por el ojo inflexible de las cámaras de vigilancia
bajo el centelleo eficaz de otras imágenes hiperreales,
ya carentes de inocencia.
ya carentes de inocencia.
Edel Morales (Cuba)
PASOS
Cómo
sonaran
en las baldosas
del pasillo
los pasos
del torturador
que regresa
a la celda
del suplicio.
Cómo resonarán
en los huesos
del cautivo.
Las Madres
las Abuelas
de Plaza de Mayo
aún escuchan
en sueños
los gemidos.
Con sus pañuelos blancos
las Madres
las Abuelas
del país y de América
apantallan un fuego
sin olvido.
Osvaldo Guevara (Argentina)
ARRANCO TODAS LAS FLORES DE MI
CUERPO
para
ofrecértelas, Señor.
Allá voy,
más desnuda sin las diminutas flores
del torso,
más desvestida que nunca
sin las
dalias que crecían en la espalda.
Voy
saltando las piedras
ciegas de
la desdicha
y el viento
me ayuda a alcanzar la arena.
Señor de
las Angustias,
todopoderoso
mío,
me despojo
incluso de la flor pasionaria
y de la
corona de heliconias
que adorna
mi pubis.
Desnudísima,
para entregarme a ti,
sin los
lirios de la nuca o los girasoles de las nalgas,
pulcra, tal
vez insondable isla de misterios.
Y no más rosas, ni margaritas, ni violetas
encandiladas
en mis senos.
Limpia
estoy, vuelta promesa.
Brillante y
sola para entregarme a ti
sin las
astromelias del sexo,
sin la flor
azul del corazón.
Aleyda Quevedo Rojas
(Ecuador)
DE
ESPALDAS A LA FIESTA
He
venido con palabras en las manos,
como un niño que se amamanta,
como una muchacha que recibe su primera caricia.
como un niño que se amamanta,
como una muchacha que recibe su primera caricia.
Nadie
me llamó,
ni mi nombre aparecía entre la lista de invitados,
un breve recuerdo, un íntimo pensamiento,
un gesto acaso en uno de los asistentes
ha bastado para esta presencia
que es un inconveniente.
ni mi nombre aparecía entre la lista de invitados,
un breve recuerdo, un íntimo pensamiento,
un gesto acaso en uno de los asistentes
ha bastado para esta presencia
que es un inconveniente.
Todos
hablan en voz baja y me observan,
deseosos de que desaparezca.
deseosos de que desaparezca.
Soy
extraño entre aquellos que un día reíamos
y bebíamos juntos,
quizá cómplices de la misma aventura
-¡qué palabras tan deleznables!-
y bebíamos juntos,
quizá cómplices de la misma aventura
-¡qué palabras tan deleznables!-
Hoy
he llegado como un suspiro,
como un soplo,
como la misma sangre siempre presente,
tan dolorosa cuando resbala por la piel abierta de la herida.
como un soplo,
como la misma sangre siempre presente,
tan dolorosa cuando resbala por la piel abierta de la herida.
Y
aquí estoy, indiferente,
igual que un firmamento ocupando todo el espacio de la atención,
dioses pequeños observándome.
igual que un firmamento ocupando todo el espacio de la atención,
dioses pequeños observándome.
No,
no es la música, los vasos, las promesas,
las falsas vestimentas, lo que me atrajo.
las falsas vestimentas, lo que me atrajo.
Sólo
un pensamiento:
duele la vida sin esperanza,
sigue la rueda sin cansancio.
duele la vida sin esperanza,
sigue la rueda sin cansancio.
Traigo
un sueño y alguien me espera,
mirando al cielo,
de espaldas a la fiesta.
mirando al cielo,
de espaldas a la fiesta.
Pedro Enríquez (España)
SOTTO VOCE
I
quién eras
antes de
Eva
Adán
acaso un
semidios
nombrando
por primera
vez las cosas
corriendo
libre
entre las
flores y los dromedarios
y ajeno a
la necesidad del abrazo
ignorabas
los frutos de la prohibición
y vivías
feliz entre los monos
o era otra
la luz
con tu
costilla a cuestas
y ya desde
antes presentías
la
imantación de ella en el Paraíso
y andabas
como dundo
sin prestar
atención a las alas seráficas
o la
compañía inofensiva de las fieras
y era el
mar un eco de su ausencia
el vasto
recordatorio de tu soledad
II
cómo era
Dios
Adán
de qué
color eran sus ojos
cuál la
tesitura de su voz
acaso te
cegaba
el
resplandor de su presencia
acaso sus
ángeles custodios
volaban
alrededor de Él
chupándose
el entorno de su luz
o se
quedaban inmóviles en el aire
con la llama de espalda vibrante
entre las
manos
y las aves,
las plantas, las fieras
danzaban o
se doblegaban
bajo un
viento huracanado
en un
especie de sacra genuflexión
te daba
miedo verlo
digo
antes de
comer del Árbol de la Vida
o te
regocigabas con Eva
cuando se paseaba por el Jardín
a la hora de la brisa
decime
entonces
Padre hermano mío
cómo se
puede vivir en su ausencia
cómo hay
que amar
en estas
desdiosadas afueras del Edén
Osvaldo Sauma (Costa Rica)
Esperando la Palabra
Que cabalgue la Palabra
que deslice sus cascos por la patria
se hospede en las casas humildes
se
abrace con las ciudades
beba
de la fuente más clara
oxigene
su pulmón bajo los árboles
que
esparza sin límites su aliento
conozca
el apodo del dolor
encienda
la fogata de la dicha
le dé vértebras a la ternura
cercene el cordón umbilical del espanto
guarde
la espalda del coraje
que
desaloje de lágrimas los ojos infantiles
persiga
el fusil asesino
encabece
una manifestación a favor de la alegría
muerda
la cola de los perversos
que venga la Palabra
que
traiga un día aún sin estrenar
vuelva polvo el llanto
diluya el ardor del odio
instaure
sonrisas de mariposas
siembre
alas de amaneceres
que
venga la Palabra
y por fin el largo hálito del silencio
bese
el olor de la muerte.
Mario Rubén Álvarez (Paraguay)
EL MILAGRO DE LA COMUNIDAD
Lavo
el piso en cuclillas. Paso el trapo mojado.
Trazo
mi camino humilde.
Afuere
sucede el milagro de la comunidad:
un
coro de niños canta, los hombres cortan trigo,
las
mujeres se bañan en el río.
Me
arqueo contra el espejo, la soledad excita.
Pronto
se derrumbará esta casa y la alta hierba
cubrirá
las ruinas.
Mi
hombre huyó ante el peligro.
En
la poesía encuentro la oración para soportar
cada
corte abrupto.
A VIRGINIA, MADRE DE DOS HIJOS,
COMPAÑERA DE PRIMARIA DE LA AUTORA
Ocupáis tres
asientos frente a mí en el autobús que se desplaza
desde nuestro barrio
alejado del centro
al centro;
al centro de
nuestra localidad minúscula, entiéndase, no al centro de las cosas, no a la
esencia misma ni a la materia nuclear donde la vida
bang
donde la vida
se expande y
obedece a todos los fenómenos —etcétera— que dicta
la astrofísica. Lo
proclaman las asignaturas que rodeábamos porque éramos de letras; lo proclaman
los inexpugnables mecanismos que atañen a vocablos tan comunes
como universo, vida, muerte, amor.
Ocupáis tres
asientos frente a mí
en la parte trasera
del transporte público: el niño a la derecha, en el centro la niña, la madre a
la izquierda.
Ahora tú, hija
pequeña de Virginia: chándal rosa gastado —igual
que los plumieres
de tu madre— con un personaje
que mi edad y
condición soltera ignoran.
Ahora tú, hijo
mayor de Virginia, intuyo en tu barbilla y tus orejas
los rasgos que
heredaste de tu padre, y me pregunto
si Virginia los
maldice
—Virginia, ¿los
maldices?—
a la hora del baño.
Pero tú, Virginia,
tan rubia, ¿lo recuerdas?
Allá donde entonces
combatíamos piojos
ahora
bang
ahora
escondemos el tiempo.
Aquí tú lees una
revista, Virginia, aquí tú no me reconoces: ¿te sirven los consejos del cuché,
oh tú, tan rubia e
inocente?
Virginia, siempre
con mi edad y ahora con dos hijos, sin anillo en el dedo, con un bolso colmado
de galletas:
Virginia, hijo
mayor de Virginia, hija pequeña de Virginia,
años luz caídos
años luz quebrados en la comisura de los
labios,
cerrad los ojos y
pedid un deseo
frente a mí
en el autobús
destartalado que nos salva del barrio periférico y nos acerca
al centro, lejos de
los bancos en los que los adolescentes beben y las noches golpean los jardines,
cierra los ojos,
Virginia,
porque en estos
veintiocho minutos de trayecto he pensado en nosotras,
en ti que no me
reconoces veinte años más tarde, en tus canas donde la gente que nunca te
habló, en tu canas donde la gente
reía y se burlaba.
Cristal del autobús
junto a Virginia, espejito de ambas,
tus uñas rojas
comidas al fregar los platos, una gota de laca roja en tu dedo anular,
oh Virginia, oh
rubia e inocente,
yo he pensado en
nosotras,
bang
yo he pensado en nosotras.
No sé si sabes a lo
que me refiero.
Te estoy hablando
del fracaso.
Elena Medel (España)
SIN TÍTULO
El poema es quién quiere ser oba oba
esta allá atrás de Orum
MI
en sostenido tono mayor
perlas negras
llevando la conversación
- ¡laroyê, elegbara!
En su flujo
el rio no falla
- ¡ore yeye, oh!
calles de aruanda traspasan
huellas del awo en el ayê
y los erês haciendo un auê
condenado
a arrancar plumas de gallinas
de Angola
que chillan hasta la luna
donde: - ¡ogum iê! de banda
está en ronda, venciendo las demandas
dragones, fragmentos,
armadura
Quien quiera disfrutar
en la playa
no podrá huir de la raya
reina del mar
janaína
consulta
el ifá
troveja iansã
¡Epahey!
En cuanto eso
oxaguian
da una cabeceada
observa y piensa
lo que va hacer
cuando llegue
la tarde
en las encrucijadas de Mozambique
Caco Pontes (Brasil)
Traductor: Leonardo Lobos Lagos
Tumba de Lou
Una historia de la
belleza
Una frase, que debió tragarse de inmediato, una
sola, modesta, incluso auhecada bastaría. Una ráfaga de plomo en el agujero de
tu oído, y caída, mi mariposa, esta tarde de octubre, caída de lo alto, en una
emboscada, sonada, como se dice, sola contra todos, irreparablemente sola. Al
abandono. A pesar de esta envoltura de caricias, que de día en día se espesaba.
Sola, con tus ojos que se alejan, fiebrosos por una imprevista esperanza. ¡Oh!
A cualquier precio la esperanza. Un lago en tu centro, abundante y obstinado,
entre los colores de abedul y tentaciones todas simples: de pie, dos o tres
pasos, tu avanzada vertiginosa sobre la hierba, de pie, en la flexibilidad del
alba,
la planta de
tus pies resbalando, sostenida por un sueño de milagro, sobre algún blando
paisaje, vivamente levantado, tu cuerpo a los cuatro vientos, tus alas, y
primaveras en hilera, y gestos elementales que retoman vida, entre los objetos
domésticos, en el desarrollo ininterrumpido de los segundos. Sola, mi mariposa,
con tus ojos de buda en la sombra, sumergidos,
que fabricaban futuro infinito, tus ojos que hasta allí no lográbamos
más seguir. Te absorbías en la observación de tus últimas noches, tus últimas
estrelladas, tu última luna menguante, y tu voz acompañaba tus ojos. Contabas
tus horas, tus segundos, tus pequeñas alegrías restantes,
contabas,
con la intención de demorarte hasta el milagro, tu vida recogida sobre sí
misma, tus caderas alertas, negando secretamente su anarquía, contabas, con
esta dulzura de la precaución en tu voz, esencial a tu pequeña pierna loca,
fantasiosa, que te resistía y que era necesario domesticar hasta el milagro.
Una dulzura prestada que no se te parecía. Contra toda previsión, salvo la
tuya, sonreías, Sísifa feliz, sola delante de la desmesura del vacío, diligente
hasta la euforia, y tu sonrisa flotaba en medio de tu voz, de tus ojos, esto
sería, sí, esto sería tu resurección dejada en suspenso en los huecos de la
frase. Sin embargo algo cojeaba, la
tierra era demasiado bella vista desde tan lejos.
Hasta el
hormigon era bello, hasta el barro, los perros, los complots, los gritos, el
interminable desorden de las calles, el frío, las bocinas, las casas que
inclinan, los perfumes sin gracia de las callejuelas, hasta la pobreza, el
polvo, las prisiones, hasta las ruinas en el parque, incluso la suciedad, hasta
el envejecimiento era bello. Demasiado bello. Desgarrador. No lográbamos seguir
más la cadencia de tu voz ardiente, en eco en este museo de esplendores
terrestres donde el futuro languidecía, tomando un pasillo transversal. Bien
que mal, recogíamos los pedazos de su corazón y, en el fondeo de tus ojos que
se alejaban, la belleza envolviendo las cosas humanas terminaban por
replegarse, luego desprenderse completamente del hormigón, del barro, de los
perros,
Gritos, bocinas,
suciedad… la belleza levantaba, con el proyecto de enfurecerte, de capturarte
de manera tal que dijeras “no”, y aullabas “no”, y tu pequeña pierna loca
depositaba su tragedia en tu aulllido. Como depositamos las armas. Terminabas
por adormecerte, atravesada por la neblina de tu última habitación, tu cuerpo
cada vez más vago, tus caderas atascadas
bajo su armadura de belleza, mientras los fantasmas de tu noche avanzaban,
deformaban tu cara, delante de pedazos de corazón mal atornillados, y los
fantasmas introducían, bajo tus párpados, un anticipado gusto de tu fin, tu
última fotografía, tu cuerpo inverosímil de diciembre, tu cuerpo cediendo,
abandonándose, sin ningún ruido, cerrándose sobre su último abrazo,
Enfriándose,
luego desapareciendo una mañana en humo. De una noche a la otra, la misma
estrategia, solapadamente la belleza abanzaba, reluciente, desenrollaba sus
espejismos, uno por uno, tantos prodigios en el fondo de tus ojos cautivos que
se alejaban, que ya no lográbamos seguir y también tu voz que no era más tu
voz, inútilmente disminuída, luego inconsecuente la belleza fijaba su impulso,
se fijaba como un mal ojo, con su deseo de capturar, y delante a tu última
resistencia cedía otra vez, la belleza, detenía su aliento, se replegaba a las
cuatro esquinas de tu cuerpo, se embotaba, te abandonaba en el hueco de tu
última cama. En tu sueño, mi Sísifa degollada, oíamos tu vida, tu esperanza
llorar.
Cara a cara,
la pequeña y la grande
Es noche, mi
mariposa, y estoy aquí, en prórroga,
viviente en el capullo de la noche donde la luz artificial me rodea de
oscuridad. Fácilmente localizable, hasta de espaldas y sutilmente movida hacia
la derecha, sentada, supongamos, sobre una cornisa como sobre un muelle,
esperando, las piernas comidas por el vacío, delante el infinito irrisorio de
un muro ocre, muy cerca de este infierno que la noche aproxima, se pavonea bajo
mis ojos, me atormenta. Localizable a pesar de este hueco de ti en mi cabeza,
bajo el sombrero blanco de la infancia. Porque fue necesario tomarte en mí,
aspirarte, absorverte, tragarte en el fondo de la vacuidad de estas horas, esos
millares de segundos que cayeron sin ti, sonoros.
Denise Desautels (Canadá)
alambre
van a atarme con alambre
un alambre que apeste con herrumbre
las manos
van a atarme
voy a caer de miedo y
de rodillas
de putrefacta flor en
el chiquero
sin mordaza ni venda ni picana
con la llaga de todos
mis olvidos
con la sed
vestida de saliva
una lengua de trapo
bien cosida
al resto de los miedos
tempraneros
y mudo el animal
cabeza gacha
seré caldo de res un
alma en cubo
Dranzen
Katanuric (Croacia)
Cielo y
Tierra
Palabras huecas estas,
ostentosas denominaciones sin localización
y reconocidos destinos
sin mapeo de rutas
No hay geografía que las reclame
ni historia que las afirme,
sólo ingeniosas insinuaciones
que prenden en mentes crédulas.
Para mí el cielo es
donde palpita mi corazón
and la tierra es esa región
en donde ha de florecer.
Pero, dicen, el cielo
está donde no está la tierra
porque insisten en decir
que no están juntos.
Entonces, ¿quién identifica el espacio
y adjudica el tiempo
para los mal localizados
cielo y tierra?
¿Es la geografía o la historia,
o los mismos viejos mercaderes de palabras
que vomitan más sofistería
para hostigar
y azuzar
a ofuscados peregrinos
como vos y yo, que buscan
el cielo en una tierra vacía?
Temsula Ao (India)
Versión del inglés: Nora Isabel Delgado
Antílope
Fue en el
otoño de mi año quinto cuando conocí al antílope
En las
termas bien adentro de la cordillera
Hodaka
Silencioso
se acercó el antílope
A través
del vapor miraba mi cuerpo desnudo
Yo también
lo miraba al antílope
Separado de
la manada un antílope
Yo
completamente sola
En el hueco
de mi mano tomé agua caliente
Y se la
arrojé al antílope
Fue un
saludo no verbal pero
El antílope
al parecer se asustó un poco
El pecho
peludo del antílope mojado con agua caliente
Me hizo
sentir que la soledad del antílope se había humedecido
Sopló el
viento
Temblaron
las hojas de los árboles
Al final el
antílope en silencio dio un giro
En silencio
brincó y volvió a las montañas
En las
termas de mis sueños
En la mitad
de la noche silenciosa me pongo en el agua caliente
A través
del vapor en frente oigo unos pasos débiles
El antílope
Vuelve
Sin mirar a
nada con sus enormes ojos cósmicos
El agua de
su pecho peludo
Gotea
gota a gota
Masayo Koike (Japón)
Versión del inglés: Nora Isabel Delgado
I. El abrazo
Tu duermes junto a mí, yo me inclino
y acercándome a tu rostro me duermo
como una vela que recibe
la llama de otra vela.
Y las dos lucecitas permanecen
mientras el fuego pasa y el sueño sigue.
Mas mientras sueña vibra
la caldera en el subsuelo.
Arde allá abajo una naturaleza
fósil, allá en lo hondo
arde la prehistoria; muertas
turbas sumergidas, fermentadas,
llamean en el termosifón.
En una oscura aureola de petróleo
el cuarto es un nido calentado
por residuos orgánicos, hogueras,
putrefacciones.
y nosotros
somos velas, las dos lenguas
de esa única antorcha paleozoica.
Valerio Magrelli
(Italia)
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