LA PESADILLA
Dos
perros inmensos estaban sentados cerca de la puerta. Tenían los ojos
desorbitados, estaban vigilantes y en alerta. No dejaban de mirar por debajo de
la puerta. Parecía que esperaban algo. Si se sentían pasos del otro lado,
gruñían. El humo de la pasta base invadía el lugar. Mi corazón a punto de
explotar me repetía que uno de los canes me mordería en la cara. Estaba
petrificado en una silla. Algunas moscas daban vueltas alrededor del único foco
de luz. “Están tan duras como los perros”, me decía para mis adentros. A los
costados de la habitación sin baño, varias botellas con orines. El afuera era
peligroso y si abandonabas el lugar tenías que dejar todo adentro. En la mesita
llena de cigarrillos, fósforos y tabaco desparramado nos esperaban demasiados
ketes de pasta. “Quedan pocos tragos de anís, seguro que van a querer mandarme
a comprar a mí y no creo que pueda salir”, pensaba. Se sentía con fuerza el sonido
de las olas de la mar brava. Ir al
Callao no era para cualquiera. Mucho menos meterse en esa barriada. Éramos
cuatro almas en pena que lo único que hacíamos era armar y fumar dentro de esa sucia
casilla de chapa y madera. Nadie hablaba. Ellos, a veces, jugaban a las cartas.
Y yo no sé jugar eso. Los perros me atacarían. Y, afuera, me esperaban los
otros fantasmas para dejarme desnudo. Y,
de remate, la policía me molería a palos. Luego me titarían en una sucia celda.
Por momentos deseaba que termine esa pesadilla, pero el sabor de ese humo era
más fuerte que yo.
Jorge Luis Bretoneche Fernández nació en Lima, Perú, el 19 de octubre de 1961.
Licenciado en Amor a la Vida, eligió Argentina como su lugar en el mundo.