lunes, 8 de octubre de 2007

ENTRE EL INSOMNIO Y LA NEGRA LUZ

Presentación de Síncopes (Lima: Zignos, 2007; México: Literal, 2007; Bolivia: Mandrágora Cartonera, 2007)
de Alan Mills

Por Héctor Hernández Montecinos

Quizá sean todos los fracasos de nuestras historias latinoamericanas, las hambres, las dictaduras de izquierda o derecha, la ignorancia, el Estado, la televisión, la pésima distribución de las riquezas, las fobias sin excepción, la delincuencia, todo esto sumado, multiplicado, restado y dividido lo que ha dado un contexto catastrófico en las sociedades civiles para que en tan distintos países estén apareciendo poetas jóvenes con obras tan radicales, duras, sucias, terribles, conmovedoras, poderosas, honestas, arriesgadas, sinceras y sobretodo escritas sin el menor miedo.

Estos poetas se vislumbran como anómalos en sus tradiciones respectivas, y por tal se ha intentado un silenciamiento desde las academias y las posiciones más rígidas de los establishments locales, sin embargo estos contextos nómades y aciagos han resultado ser el escenario de una guerra simbólica que la poesía como género en extinción ha podido vislumbrar como un momento singular en la materialidad misma de las escrituras de hoy.

El fin de la poesía deviene su propia autorreflexión y la búsqueda incesante de sus propias posibilidades, de allí que hablar de su término no sea más que una metáfora para nombrar sus laberínticas entradas y salidas. La muerte no es fin sino pura conversión, eso ya lo sabe el autor que no ha desaparecido jamás sino que sólo se ha desplazado de ser un nombre a una función dentro de la escritura. Ficción, ficción y ficción hasta el agotamiento, esa pareciera ser la coordenada mutante de lo que se está escribiendo ahora. La ficción hace aparecer una desaparición, y por tal toda obra es ficción en el sentido de que la escritura es el trazo de lo que no volverá a ser lo mismo. La ficción es más real que la vida porque no se queda ni un momento en paz. No camina, sino que vuela, no habla sino que susurra gritos que nadie escucha pero todos saben que existen, porque la poesía por tal ha triunfado, aún es la voz de los muertos, aún es un habla desconocida que el mercado no ha podido comprar, aún la lengua poética no es madre ni padre, a lo sumo hermana, hermana muerta de un niño que todavía no nace.

Síncopes de Alan Mills (Ciudad de Guatemala, 1979) es una de esas voces que desde lo más oscuro de la realidad deambula por las ruinas de cualquier ciudad, pues todo el occidente está en ruinas y ese es su esplendor. Mills lo sabe y por tal las hace brillar con un lenguaje descarnado, desolador, emotivo y desafiante. Este libro si algo expele es vida, entendiéndola en el peor sentido que pueda tenerse de ella, es decir una no muerte, y desde esa agonía empírica que se enmarca en la catástrofe global es que la radicalidad de estos textos pasa por el simple hecho de cerrar los ojos, estirar la mano y dejar que el lápiz hable toda la noche y el autor sólo recuerde esa noche en vela que es el poema.

Síncopes es sin duda este largo insomnio donde las voces se montan unas con otras y a la vez nadie, pero todos hablan. Es el reino de los muertos, y sus voces sumadas son la luz de una cotidianeidad que de tan próxima es aterradora y fugaz. Mills escribe con sangre una pesadilla colectiva que todos hemos permitido, y quizá, hemos deseado, pero al poder contemplarla como texto se nos convierte en una crónica fantástica del día a día. Pliegues de cuerpos, deseos proliferantes, territorios que huyen, y una discursividad clínica que parodiza al lector figurizándolo como madre, hermana, doctor, amigo, pues tal vez esta invención metafórica del lector sea la mayor penetración que un poema pueda llevar a cabo. Nada se construye en el papel, pero sí en las nuevas formas de cómo leer, de cómo entender lo que se lee o dejar de entenderlo.

Síncopes es parte de estas nuevas escrituras que ponen cortapisas a ese lector burgués que acumula sentidos detrás de cada palabra y que buscan en los versos preguntas que hacer a la sociedad. Este libro se ríe de eso y le da la espalda a los ojos que lo leen, él discurre, habla consigo mismo, se burla, insulta, llora, se va y vuelve y todo y nada ha cambiado de lugar. Los Megatemplos aparecen y desaparecen en un zapping vertiginoso, la página en blanco es una gran pantalla donde vemos ficcionalizada la ficción y es lo más próximo a una realidad, a una crónica fuera del tiempo, a una carta de amor.

Síncopes es una carta de amor, sí, para nadie, escrita desde la muerte, desde donde todos pueden hablar y no hay jerarquías. Un amor a lo fugitivo, a lo que se desliza por entre los cuerpos, los lugares y los intersticios de las lenguas, las jergas, los coloquialismos y las más bellas malas palabras e incorrecciones del idioma. Alan Mills ha escrito una obra poderosa, iluminadora y peligrosa, porque ya en esta escritura no hay objeto sujeto ni dialécticas, sino que un coro siniestro que habla desde el más allá sobre un presente que para nosotros lectores es pasado y futuro a la vez. Como bien señala Raúl Zurita en la reseña que acompaña al libro, al lado de la gran poesía están las más terribles pesadillas renovadas, desde el mercado hasta la moral, y por ese hecho innegable es que Síncopes de Alan Mills es un ‘testamento futuro’ de la poesía latinoamericana, una perla negra y un triunfo, porque es la comprobación de una esperanza, un sueño que a todos nos concierne y que vemos crecer en Latinoamérica como una promesa que nunca nos hicimos pero que sí estamos viviendo.


Santiago de Chile, septiembre 2007
Imagen: Erick González

jueves, 4 de octubre de 2007

Alan Mills: “mi obra pretende un diálogo crítico” September 26


por Ronald Flores

“Síncopes” de Alan Mills (Guatemala, 1979) circula por América Latina. Se trata de una enunciación poética breve, intensa, profunda y extraña. La aún corta trayectoria de Mills se compone de varias intervenciones en revistas, espacios culturales, medios electrónicos y cuatro publicaciones:

Los nombres ocultos (Magna Terra, Guatemala, 2002), Marca de agua (Editorial Cultura, Guatemala, 2005), Poemas sensibles (Editorial Praxis, México 2005) y Síncopes (Zignos, Perú, 2007).

El trazo inicial del discurso poético de Mills, que parte de la tradición modernista y se desplaza hacia una experimentación que va más allá del postmodernismo usual. En Guatemala, se asemeja, pero es distinto, a “Los amos de la noche” de Estuardo Prado, “Soledadbroder” de Javier Payeras, “Crónicas suburbanas” de Francisco Alejandro Méndez y “Serenatas al hastío” de Eduardo Juárez.
Ante la escasa difusión de la obra de Mills en los medios tradicionales guatemaltecos, consideré oportuno realizarle esta breve entrevista.

Ronald Flores: Entre Síncopes, tu más reciente publicación, y Los nombres ocultos, tu primera publicación, hay 5 años de diferencia. Sin embargo, son discursos distintos, que parecerían incluso escritos por personas diferentes. ¿Cuál es la evolución entre Los nombres ocultos y Síncopes?

Alan Mills: “Lo que sucede es que en Síncopes ya la idea de “poesía” para mí aparece totalmente desrealizada, al mismo tiempo que “yo” ya no existo como un claro sujeto de mi propio discurso.

En cambio en aquella primera entrega, Los nombres ocultos, yo sentía una total confianza en el formato del poema en verso libre y me sentía mucho más cómodo con la idea de simplemente incorporarme a una tradición (sin cuestionamientos mayores), entonces las búsquedas y giros nada más buscaban ejecutar un cierto preciosismo lírico.

Poco a poco fui perdiendo esa confianza y esto puede irse viendo parcialmente en las entregas que siguieron (Marca de agua, Poemas sensibles), donde se evidencian desplazamientos. Ahora, a partir de Síncopes, más bien me interesa entrecruzar hasta donde sea posible vida y literatura, texto y contexto, busco crear un discurso poético que no entiende de géneros y que más bien se anclaría en las posibilidades más fabulatorias de la ficción y del testimonio”.

RF: Si bien han tenido títulos y editoras distintas, ahora presentas Los nombres ocultos, Marca de agua y Poemas sensibles como un sólo libro: Testamentofuturo, ¿por qué?

“Es porque pienso que el aliento de estas primeras tres entregas es el mismo y por lo tanto pertenecen a un mismo proyecto, a mi nacimiento como autor. Cada uno de estos libros se publicó gracias a diversos accidentes afortunados, es decir, los publiqué porque siempre había un editor pidiéndome algo para publicar y yo decía “sí, ¿por qué no?, aquí te va esto”.

Creo que estos tres engendros nunca fueron obras redondas, sino trabajos en marcha (work in progress) que registraban mis titubeantes primeras búsquedas. Ya con la compilación llamada Testamentofuturo (Libros Mínimos, 2007) encontraríamos un primer intento de redondear ese aliento originario. Se trata de un solo libro hecho en tres estaciones”.

RF: ¿De qué manera dialoga tu obra (Testamentofuturo, Síncopes) con la poesía guatemalteca contemporánea?
Creo que es imposible hablar de una sola poesía guatemalteca contemporánea, yo creo que hay varias poéticas en desarrollo y, a veces, en pugna. A mí me gusta contemplar esa crisis, digamos. Aún así, mi obra tiene relación con varios como Javier Payeras o Juan Pablo Dardón, aunque ellos tienden más a la concisión y yo a escenificaciones epifánicas.

Luego estaría Julio Serrano cuya obra inédita comunica mucho con lo mío, Luis Méndez Salinas y alguna que otra cosa por ahí. Converso y comparto lecturas con los que tienen unos años menos que yo. De la tradición guatemalteca me quedo con textos en prosa, es decir, Síncopes está muchísimo más cerca de El tiempo principa en Xibalbá o incluso de Hombres de maíz que de Poemas de la izquierda erótica, si evaluamos libros canonizados.

Y en ocasiones, te confieso, me siento más en contacto con lo que ensayan los
artistas plásticos y conceptuales actualmente que con la mayoría de poetas nacionales. Respondiéndote mejor: mi obra pretende un diálogo crítico, es decir no busca afianzar lo logrado sino provocarle espasmos a nuestra continuidad literaria. En todo caso, yo creo que mis libros más bien quisieran dialogar con el futuro.

RF: ¿De qué manera dialoga tu obra (Testamentofuturo, Síncopes) con la poesía latinoamericana contemporánea?

“Creo que formo parte del conjunto de poéticas contaminadas, híbridas y bastardas que están emergiendo con renovada fuerza hoy en América Latina. ¿De qué manera dialoga mi obra en este contexto? Pues supongo que aportando una mirada que nace desde otro flanco del continente, desde el desbarajuste centroamericano, reinstalando su especificidad y apropiándose y modificando algunos mecanismos que surgen en el sur, en México o aquí mismo. Contamino lo ya contaminado”.

RF: ¿Cómo llegas a la escritura?

“Llego a la escritura tras haber descubierto que no existe otra cosa que pueda hacer, al menos no con el mismo placer. Paso todo el tiempo imaginando historias, versos, frases, imágenes. Por eso la gente piensa que soy muy distraido, por eso olvido algunos compromisos.

Mi verdadero compromiso es contar esto que quiero contar, estas visiones y, de alguna manera, mi vida. Aunque también quiero placer, repito, divertirme, es decir, jugar con los modelos estéticos, obviar las normativas o rutas pre-fijadas para que la experiencia de escribir siempre sea estimulante.

Por eso estoy ahora muy entusiasmado investigando los proyectos de arquitectura-poesía de Madeline Gins y Arakawa, porque sus iniciativas buscan humanizar hasta una escalera, hasta el rincón más obtuso de un espacio físico. Yo quisiera hacer lo mismo, con mis precarios medios”.

RF: ¿Cuál es tu noción de la poesía, de la literatura?

“La literatura y la poesía son artificios para recuperar nuestro asombro y nuestra fertilidad. Con estos aparatitos (la poesía y la literatura) debemos fabricar complejos emocionales, intelectuales, espirituales y sociales al interior de los cuales podamos flotar como pájaros hábiles y esplendentes. Pound habló de la “emoción en un instante” y sí, la poesía debe instalar “momentos”…”

RF: ¿Crees que los medios tradicionales le han brindado a tu propuesta la cobertura que merece? ¿A qué lo atribuyes?“Pienso que tenemos un periodismo cultural oficial que no está a la altura de la combustión que actualmente vive no sólo la poesía sino todo el espectro artístico en el país. Contamos con un muy pequeño bloque de periodistas que no están siendo capaces de generar intercambios críticos, ni de postular un escenario dinámico entre los creadores locales (sin perder la relación con el ambiente global, claro).

Creo que no saben o no pueden leer este momento, entonces lo que se documenta es el silencio. ¿Por qué se da este ninguneo? Pienso en un amasijo de prejuicios personales, generacionales, pigmentocráticos y de celo profesional”.

RF: ¿Cómo evalúas tu experiencia como columnista hace algunos años?

“Fue muy corta para mi gusto, siempre me ha interesado opinar: soy re-shute y apasionado. Horrible, porque justo cuando empezaba a escribir buenas columnas, zas, que me la quitan. En aquel tiempo varios columnistas tuvimos la mala pata de ser arrastrados por una ola conservadora que desbarató el Magazine 21, un suplemento cultural que hoy hasta se extraña”.

RF: ¿Cuál consideras debe ser la función social del poeta en la sociedad contemporánea?

“Crear espacios nuevos, abrir territorios nuevos, no someterse a ninguna clase de poder ni humillación. Sorprender y conmover. Alterar la percepción de las cosas”.

RF: ¿Hacia dónde va la obra de Alan Mills?

“Síncopes es el inicio de un proyecto mayor, donde estoy plasmando una especie de épica, una narración espectral donde se emiten balbucires poéticos al interior de algo como un “delirio social”. Seguiré documentando la vida y mis visiones, seguiré buscando un “habla” que tenga la fuerza para decir este carnaval oscuro y brillante de la existencia… Y espero sentirlo al máximo”.

Fotos: librosminimos.org, literaturaguatemalteca.org y presalibre.com.gt