sábado, 23 de junio de 2007

Otro amor experimental (personal/ "literario") y cacofónico

Vos, sujeto desinencial. Yo, el verbo elíptico en relación coordinante. Ninguno de los dos está. Está la ausencia. De noche la luna, y de la noche la luna. Ellos eran aquellos seres que no podía nombrar, los absolvía mi culpa. Pero ellos estaban, correteando, los seres estaban porque no me amaban. Eran los auxiliares de tu ausencia amada, su ausencia no incrustaba las espadañas en la cueva húmeda donde se ocultaba la luna. Su ausencia sólo dolía cuando no auxiliaban la ausencia de vos que, mientras tanto, tejías en mi verbo desinencias. El verbo húmero, desiderativo, dativo, genitivo, húmedo, moralizado, modalizado. -Hasta la victoria´s secret, sí, así, hasta la victoria siempre. Sí, así, hasta la utopía siempre, hasta lo imposible, hasta articular el verbo con el sujeto y que la noche se cerrara sobre ellos y no les permitiera desaparecer sin haberse abrazado profundamente, sin liberar estelas del lenguaje en el corazón del silencio. De vez en cuando, los auxiliares gramaticalizaban, entonces, te colocaban a vos en función de relación coordinante con el verbo elíptico. Entonces, los auxiliares agregaban el elemento que faltaba, generalmente una palabra imprevista y a destiempo. Por fin, de a ratos, yo ya estaba en pie de igualdad con vos, y te estrolaba contra la pared para succionar tu cobardía. Como una venganza. En realidad, te succionaba el alma.

Ellos eran aquellos seres que proferían el dolor sin preferirlo como vos y yo. A veces sugerían, con trombetas verdes: “Hagamos unos ejercicios mentales y después volvamos a este lugar”. Tiraban la primera piedra: “Yo lluevo y llueve lluvia mientras llueve maná del cielo”. Me estrechaban.

-¿En la Biblia también llovían mamás?
-No, mamas. Sus mamas que eran tus mamas. Mamas grandes pero fofas pero blancas pero largas.

Estas conversaciones se extendían por Internet o en casa antes de volver a la cama. Cuando volvía, me sentía absolutamente humillada. El arte como resultado de la destrucción. -¡Oh!- Las piernas que ya no eran dos. El yo como una percepción. –¡Oh!- La mentira que era igual a la anterior de la anterior. El mundo como un malentendido. –¡Oh!- Lo tácito abriendo las brechas insondables del terror.

La fugacidad eternizada en un disquette.

¡Oh!

Me quedaba enganchada a vos porque tus ojos se cerraban. Vos quedabas enganchado a mí porque mi sexo se cerraba. Tenía miedo. Vos me besabas. Tenía miedo. Abría la ventana. Vos tiritabas. Creo que pretendía entender cómo podía ser que el sol fuera una estrella. Lo buscaba de noche, y parecía inútil. Sólo encontraba su luz, el todavía visible horizonte de la luna invisible, de una luna oculta en la cueva húmeda donde las espadañas se incrustaban. Yo era una sombra del sol que quería ser tu sombra. Sólo encontraba al sol sobre la piel que tus ojos negros hicieran como de luna.

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