domingo, 9 de octubre de 2005

ENRIQUE MEDINA sobre HUMBERTO COSTANTINI

Es un escritor fundamental en las letras argentinas. Lo conocí cuando regresó del exilio. Yo entonces empezaba a dirigir una colección en la editorial Abril. Me integró Salvador Amaritano a un proyecto ya formado, “Latinoamérica viva”. No existía posibilidad de editar autores latinoamericanos que yo valoraba, como Humberto. Aún así, en mis deseos de publicarlo, lo llamo. Simpatizamos inmediatamente. Tengo un prólogo de él al libro que iba a publicar en Abril. El proyecto se cayó y dejamos de vernos. Yo viajaba mucho. Pero hubo un reencuentro: es él quien me llama. Usaba gorra, estaba ya con su tercera mujer. Me dio el privilegio de leer su obra monumental, en la que quería transmitir todo su mundo literario y filosófico, en la que recogía todo lo que no pudo escribir en su obra literaria. Escribía para conformar una obra magna. Lo tenía todo en la cabeza. No necesitaba seguir investigando, él era judío y había leído mucho del tema, había conocido gente. Todo ese conocimiento lo condensó en Raquel Liberman.
Mientras la escribía, enfermo, me pedía: “tachame y decime que te parece”. Qué iba a hacer más que observaciones desde la consulta. Quería saber que sentía con la lectura, más que corregirlo. Después vino “el desastre”; yo estaba en Europa. Cuando me enteré de su muerte, lo primero que pensé es que ojalá hubiera metido a Rapsodia de Raquel Liberman en alguna editorial. Se habrá muerto con la duda de si se iba a publicar o no.
Hablamos mucho de teatro. Yo le decía que si el personaje que actuaba mi obra no compatibilizaba con mi letra, la modificaba para él. Humberto, por el contrario, obligaba a que le respetaran hasta la coma.
Volviendo al tema del exilio, cuando volvió la democracia y con ella los exiliados, se hicieron muchas reuniones para recibirlos, al margen de los problemas que existían con los que se quedaron.
Sabato estaba en una esquina de la mesa, del otro yo y Costantini. Cuando Sabato se cerciora de la presencia de Cacho, Costantini ya lo había registrado hacia rato. Pero era muy orgulloso y no quería ir a saludarlo. Nunca pedía nada, En un momento, me acerco a Sabato, que entonces era LA eminencia, y él mismo me pregunta si ése era Costantini. Cuando se lo confirmo, Sabato lo va a saludar. En ese entonces yo estaba receloso de don Ernesto, pero esta actitud nos conmovió a todos. Hay que rescatar su obra del exilio. Ese es otro tipo de olvido.

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